SALUT MENTAL

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martes, 15 de mayo de 2012

QUERER CURAR-1. El Libro Gordo de Petete


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Lo que os expongo aquí es fruto de la experiencia de más de 28 años de trabajar con residentes y residencias de salud mental en su más amplio concepto (menores, toxicomanías, patología dual y trastornos mentales crónicos).

Iniciando el tema con mis propias experiencias en el inicio del ejercicio de mi profesión hasta la formación de cuidadores, profesionales y formadores en el campo que nos ocupa.

Recuerdo que en mis primeros 7 años de ejercicio me formé mucho en atención terapéutica de pacientes con trastorno mental. Mi intención era encontrar una manera como parecía que otros profesionales habían conseguido de poder devolver estabilidad al paciente. Me formé en varias especialidades terapéuticas de aquel entonces y me defraudaron todas por prometer la solución.

Ello por un lado fue frustrante pero por otro fue muy enriquecedor. Me explico porque: Gracias a no encontrar un método único me formé en unos cuantos bastante a fondo (lo suficiente como para descartarlos como verdad única): psicoanálisis, táctica del cambio, las 3 ramas de la terápia familiar, cognitivo-conductual puro, counselling, gestalt. En aquellos momentos no era consciente del saber que estaba acumulando.

Cansado me cogí un año sabático en el que me dediqué a la informática olvidándome de mi profesión.

Luego me tuve que reincorporar y he aquí mi gran sorpresa. Mi cerebro entendía los casos de otra manera. No tenía ningún protocolo que seguir de los aprendidos. Oía los casos, las historias personales y familiares de otra manera. Podía usar partes de los métodos aprendidos en un mismo caso: había creado mi “Libro Gordo de Petete”. Ello me produjo una enorme satisfacción y me permitió entender a la gente de otra manera más acorde con mi propia manera de ser. Evidentemente me convertí en más eficaz.

La conclusión más grande a la que llegué es que el terapeuta es solo una pieza más del proceso terapéutico de una persona.

Me explico, a mi entender hay 5 factores que inciden en un momento terapéutico determinado:
  1. El tipo de problema actual (motivo de consulta)
  2. La capacidad del paciente (intelectual, cultural, psicológica, fisica) para afrontar su problema.
  3. El momento evolutivo actual (maduración, experiencias, motivación)
  4. El entorno inmediato del paciente (familia, amigos, entorno social, cultural, etc).
  5. La adecuación del terapeuta que te atiende en relación a los anteriores.
El terapeuta es la persona que te atiende pero no tiene porque ser la persona ideal en este momento de tu vida. Ello no significa que no sea buen terapeuta; ello puede significar simplemente que su manera de ser y su método no sean los más adecuados en aquel momento o para aquél paciente.

De ello también deviene el aprendizaje de que en contra de lo que rezan los manuales, no todos los métodos son aplicables a todos los pacientes (y me refiero al paciente definido como lo he hecho más arriba: una interacción de 5 factores). Y también que por la personalidad del terapeuta, no todos los pacientes le van bien.

Otra lección: un terapeuta puede ser crucial en un momento determinado pero no tiene por qué ser crucial en todo el proceso. Me explico, yo puedo ayudar en un momento determinado de la terapia pero no tengo porque ser el que la concluya; es más hay terapias que no finalizan jamás ya que el problema que atienden se considera crónico e incapacitante y es necesario que el paciente reciba diferentes atenciones que solo pueden propiciar diferentes terapeutas.

Así entendido comprendemos que un terapeuta es un mecanismo de soporte en la curación de una fractura en la vida de la persona a la que llamamos paciente. Y quizás sea el significado de la palabra paciente la que nos confunde. Un paciente es alguien que yace y espera (en medicina). Ello confiere al médico toda la responsabilidad sobre la enfermedad y en psiquiatría y psicología, ello no es así.

Un terapeuta es una “muleta” que le permite al paciente apoyarse para poder seguir adelante en el proceso de recuperación de un episodio traumático como es cualquier enfermedad mental.

Cuando asumes tu insignificancia das un salto cualitativo hacia adelante en el saber de la terapia. Este saber te permite cosas como:
  1. No defraudarte con los pacientes ya que entiendes que nadie se perjudica a sí mismo por placer.
  2. No defraudarte contigo mismo por no poder “curar” a un determinado paciente. Saber decirlo al paciente con sinceridad y humildad y recomendarle que busque a otra persona como terapeuta.
  3. Saber cuando tu tarea en aquel caso y momento ha concluido con éxito pero el paciente tiene otras aristas que tratar y tu ya no puedes intervenir bien por desconocimiento del tema, bien porque la relación se ha estancado, bien por cualquier otra razón que enquiste un proceso. Con ello perjudicamos al paciente si este tiene más posibilidades de las que ya no le podemos ofrecer.
  4. Poder decir sin tapujos que tal caso no tiene solución a lo largo del tiempo, y que los esfuerzos terapéuticos se han de dirigir a mantener la calidad de vida o a evitar la muerte. Muchos padres o pacientes tienen la esperanza de la curación, nuestro saber y experiencia quizás nos muestren a todas luces que dicho caso no tendrá el calificativo de “curado”, luego nuestra función es transmitir primero que todo esta información para que ellos cambien el concepto de lo esperable con un tratamiento.
  5. Tener mucha paciencia con los casos crónicos cuando no se acepta la realidad o la solución propuesta sabiendo que ésta es la adecuada. Que el sistema del paciente no “vea” la realidad de la situación no significa maldad, sino intento de re-equilibrio ante cada episodio. Al ser humano (y a los sistemas, más) le cuesta cambiar de respuesta cuando se empecina en dar la misma ante un problema determinado. Ello se explicita muy bien en el refrán: “El hombre es el único animal que tropieza dos veces (y muchas más) en la misma piedra”.
Llegar a este estadío del saber te conlleva una tranquilidad interior muy grande y puedes querer a todos los pacientes que han acudido a ti, incluso aquellos que te han dejado a deber, que te han anulado más de la mitad de las visitas, que un día vuelven para decirte que les engañaste o que fueron a tal terapeuta y que "ese sí que me fue bien", que te han amenazado con denuncias, etc. 

Recordar a un paciente y sonreir para adentro al rememorar sus buenas cualidades y sus trastadas es lo mejor que consigues en este trabajo.


Pasando ya a las categorías que mencioné al principio (cuidadores, profesionales, formadores, etc.) diré que todos pasan por los mismos planos de formación y el primero, como no, es “yo los curaré”. Y ello queda para la siguiente entrada.

3 comentarios:

  1. La vision del terapeuta que Ud. da la encuentro de lo mas real y que toca con los pies en el suelo. Yo soy Bipolar, y antes transtorno depresivo recurrente, todo se inicio el año 2000. Le felicito, es muy buen profesional.
    Una cosa que me gustaria conocer, mas que una cosa, una persona, un psiquiatra con transtorno bipolar.
    Gracias.
    Montse.

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  2. Pues no conozco ninguno. De hecho conozco pocos "tocayos".
    Pero imagino que sabrá cuidarse y entender sus más y sus menos, creo que como todos los que la padecen y llegan a convivirla.
    Saludos.

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  3. Recordar a un paciente y sonreir para adentro al rememorar sus buenas cualidades y sus trastadas es lo mejor que consigues en este trabajo.

    Este parrafo Dr, bajo mi punto de vista demuestra que es Ud. un gran profesional, y con muchisima humanidad.Gracias.

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