SALUT MENTAL

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jueves, 17 de mayo de 2012

QUERER CURAR-2. No pidamos peras al olmo

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Trabajé durante unos 12 años en un proyecto para menores en residencia. Lo hice al lado de una persona con mucho empuje y una gran psicología personal.

Siempre decía de los educadores que se iban incorporando al proyecto que los querían curar a todos de golpe, ello me hacía gracia pero es la realidad.

Curar en psicología o psiquiatría se consigue pocas veces, sobre todo cuando son enfermedades orgánicas o cuando son trastornos de la personalidad.

Ello cuesta de aprender cuando te encuentras con personas que con o sin formación están motivadas por el tema de la salud mental. No importa que se les repita que el objetivo no es “curar” sino ayudar, acompañar, dar soporte. Todo el mundo ha de pasar por su experiencia (que en el argot laboral se llama “quemarse”).

Cada profesional que se introduce en el mundo de la clínica llega un momento en que empatiza de una manera especial con un paciente y le invierte más de lo que se espera de él o ella. Esta inversión produce siempre un pico positivo en el paciente, temporal pero positivo y ello es vivido por el profesional como un refuerzo positivo. Luego como todo buen sistema, se regresa al equilibrio anterior. El profesional intentará una y otra vez hacer lo mismo y fracasará. Cuando ello ocurre generalmente el profesional se cuestiona su profesión y suele caer en un estado de pesadumbre. Si supera el bache será mejor profesional que antes.

Implicarse a estos extremos en un proceso es siempre perjudicial para el paciente ya que ha perdido tiempo. Pero bueno, la vida es larga y pocas veces una intervención terapéutica acarrea un mal insuperable o siquiera mínimo.

Los sistemas son muy estables aunque aparentemente haya cambios.

En el mundo de la atención personalizada con enfermos mentales crónicos con los que se convive lleva siempre a la creencia de que pueden “Normalizarse”. Intentan que aumenten su autoestima a base de superarse en los campos de la autonomía personal. Lo hablan con ellos, escriben frases, confeccionan plannings, etc. Y cada paciente tiene su ritmo y su umbral máximo de autonomía y autoresponsabilización.

A los cuidadores les cuesta entender que alguien no sepa, por ejemplo, plegar bien una pieza de ropa. Se lo enseñan y se desesperan de ver que no lo aprende o que al día siguiente lo vuelve a hacer mal. A veces usan estímulos positivos primero y negativos después y el resultado sigue siendo el mismo pero el cuidador por un lado se desespera y enfada y el paciente se pone nervioso o se deprime, o inicia descompensaciones conductuales.

Hay que entender que si el  paciente no sabe plegarse la ropa, le hemos de ayudar a hacerlo junto con él, tantas veces como sea necesario hasta que un día plegue la ropa él solito (o ella). Pueden pasar días, semanas o meses. O puede no llegar nunca el momento pero nuestra obligación es día a día, cada día, ayudarlo a que lo haga. Y nunca gritar o vejar al otro porque ello es muy feo y poco humano. A más a más, luego el cuidador se arrepentirá y puede pasarlo afectivamente mal por haberse dejado llevar por los nervios.

Frases como: “¿No quieres ser independiente?, pues cuando pliegues la ropa y hagas todo lo demás como te digo, lo serás.” Dicha frase es un engaño en los enfermos mentales crónicos. Lo bueno es que ellos lo saben (quizás en su interior); saben que les estamos mintiendo. A parte que una persona así, con muchos años de enfermedad ha perdido su capacidad para ser autónomo. Después de por ejemplo, 40 años siendo un discapacitado mental, es muy difícil pretender que en 1 o 2 años hará el aprendizaje de autonomía que le habría tocado hacer si no hubiera enfermado.

Por lo tanto, hemos de tener paciencia y entender cuáles son los límites del paciente. No hemos de movernos de un escalón de autonomía hasta que la persona lo suba y baje de manera constante y correcta durante mucho tiempo. Luego podemos probar de pasar al siguiente. Pero si el paciente no puede pasar al siguiente, hemos de mantenernos en el mismo siempre en la acción que impide el ascenso. Si sabe doblar unos pantalones pero no una camisa, le daremos soporte para plegarla bien cada vez. Ello entabla una relación muy estrecha de colaboración y el paciente se siente útil porqué nadie le está exigiendo más de lo que puede ir dando.

Para acabarlo de entender os pondré un símil. Imaginaos que tenéis un carro que lo tira un hombre. El carro significa el problema. El carro se encalla, sube pendientes, etc. A veces el hombre que tira de él, no puede con él. Nosotros como caminantes serviciales le podemos ayudar de las siguientes maneras:
  1. Tirando del carro nosotros.
  2. Yendo a su lado y ayudando cuando puede solucionar sus encalles.     
  3. Ponernos detrás, dejando que el hombre lo haga todo solo y aprenda por experiencia, limitándonos a hacer comentarios sobre lo sucedido pero nunca sobre lo que puede suceder.
En el caso de las personas de las que hablo, la solución correcta es la 2 en relación a los aprendizajes o a su mantenimiento y mejora.

Es muy importante:
  • Tener paciencia.
  • Ponerse en la piel del otro.
  • No enfadarse, animar siempre.
  • Bajar un escalón si el paciente no puede subir al nuestro (ir con él).
  • No subir un escalón si el paciente aun no lo ha subido.
  • Y sobre todo: no pedirle peras al olmo.

Y para finalizar, un secreto: no es diferente en los problemas mentales menores. Hay que entender como es la persona que tenemos delante, cuáles son sus posibilidades y límites.

martes, 15 de mayo de 2012

QUERER CURAR-1. El Libro Gordo de Petete


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Lo que os expongo aquí es fruto de la experiencia de más de 28 años de trabajar con residentes y residencias de salud mental en su más amplio concepto (menores, toxicomanías, patología dual y trastornos mentales crónicos).

Iniciando el tema con mis propias experiencias en el inicio del ejercicio de mi profesión hasta la formación de cuidadores, profesionales y formadores en el campo que nos ocupa.

Recuerdo que en mis primeros 7 años de ejercicio me formé mucho en atención terapéutica de pacientes con trastorno mental. Mi intención era encontrar una manera como parecía que otros profesionales habían conseguido de poder devolver estabilidad al paciente. Me formé en varias especialidades terapéuticas de aquel entonces y me defraudaron todas por prometer la solución.

Ello por un lado fue frustrante pero por otro fue muy enriquecedor. Me explico porque: Gracias a no encontrar un método único me formé en unos cuantos bastante a fondo (lo suficiente como para descartarlos como verdad única): psicoanálisis, táctica del cambio, las 3 ramas de la terápia familiar, cognitivo-conductual puro, counselling, gestalt. En aquellos momentos no era consciente del saber que estaba acumulando.

Cansado me cogí un año sabático en el que me dediqué a la informática olvidándome de mi profesión.

Luego me tuve que reincorporar y he aquí mi gran sorpresa. Mi cerebro entendía los casos de otra manera. No tenía ningún protocolo que seguir de los aprendidos. Oía los casos, las historias personales y familiares de otra manera. Podía usar partes de los métodos aprendidos en un mismo caso: había creado mi “Libro Gordo de Petete”. Ello me produjo una enorme satisfacción y me permitió entender a la gente de otra manera más acorde con mi propia manera de ser. Evidentemente me convertí en más eficaz.

La conclusión más grande a la que llegué es que el terapeuta es solo una pieza más del proceso terapéutico de una persona.

Me explico, a mi entender hay 5 factores que inciden en un momento terapéutico determinado:
  1. El tipo de problema actual (motivo de consulta)
  2. La capacidad del paciente (intelectual, cultural, psicológica, fisica) para afrontar su problema.
  3. El momento evolutivo actual (maduración, experiencias, motivación)
  4. El entorno inmediato del paciente (familia, amigos, entorno social, cultural, etc).
  5. La adecuación del terapeuta que te atiende en relación a los anteriores.
El terapeuta es la persona que te atiende pero no tiene porque ser la persona ideal en este momento de tu vida. Ello no significa que no sea buen terapeuta; ello puede significar simplemente que su manera de ser y su método no sean los más adecuados en aquel momento o para aquél paciente.

De ello también deviene el aprendizaje de que en contra de lo que rezan los manuales, no todos los métodos son aplicables a todos los pacientes (y me refiero al paciente definido como lo he hecho más arriba: una interacción de 5 factores). Y también que por la personalidad del terapeuta, no todos los pacientes le van bien.

Otra lección: un terapeuta puede ser crucial en un momento determinado pero no tiene por qué ser crucial en todo el proceso. Me explico, yo puedo ayudar en un momento determinado de la terapia pero no tengo porque ser el que la concluya; es más hay terapias que no finalizan jamás ya que el problema que atienden se considera crónico e incapacitante y es necesario que el paciente reciba diferentes atenciones que solo pueden propiciar diferentes terapeutas.

Así entendido comprendemos que un terapeuta es un mecanismo de soporte en la curación de una fractura en la vida de la persona a la que llamamos paciente. Y quizás sea el significado de la palabra paciente la que nos confunde. Un paciente es alguien que yace y espera (en medicina). Ello confiere al médico toda la responsabilidad sobre la enfermedad y en psiquiatría y psicología, ello no es así.

Un terapeuta es una “muleta” que le permite al paciente apoyarse para poder seguir adelante en el proceso de recuperación de un episodio traumático como es cualquier enfermedad mental.

Cuando asumes tu insignificancia das un salto cualitativo hacia adelante en el saber de la terapia. Este saber te permite cosas como:
  1. No defraudarte con los pacientes ya que entiendes que nadie se perjudica a sí mismo por placer.
  2. No defraudarte contigo mismo por no poder “curar” a un determinado paciente. Saber decirlo al paciente con sinceridad y humildad y recomendarle que busque a otra persona como terapeuta.
  3. Saber cuando tu tarea en aquel caso y momento ha concluido con éxito pero el paciente tiene otras aristas que tratar y tu ya no puedes intervenir bien por desconocimiento del tema, bien porque la relación se ha estancado, bien por cualquier otra razón que enquiste un proceso. Con ello perjudicamos al paciente si este tiene más posibilidades de las que ya no le podemos ofrecer.
  4. Poder decir sin tapujos que tal caso no tiene solución a lo largo del tiempo, y que los esfuerzos terapéuticos se han de dirigir a mantener la calidad de vida o a evitar la muerte. Muchos padres o pacientes tienen la esperanza de la curación, nuestro saber y experiencia quizás nos muestren a todas luces que dicho caso no tendrá el calificativo de “curado”, luego nuestra función es transmitir primero que todo esta información para que ellos cambien el concepto de lo esperable con un tratamiento.
  5. Tener mucha paciencia con los casos crónicos cuando no se acepta la realidad o la solución propuesta sabiendo que ésta es la adecuada. Que el sistema del paciente no “vea” la realidad de la situación no significa maldad, sino intento de re-equilibrio ante cada episodio. Al ser humano (y a los sistemas, más) le cuesta cambiar de respuesta cuando se empecina en dar la misma ante un problema determinado. Ello se explicita muy bien en el refrán: “El hombre es el único animal que tropieza dos veces (y muchas más) en la misma piedra”.
Llegar a este estadío del saber te conlleva una tranquilidad interior muy grande y puedes querer a todos los pacientes que han acudido a ti, incluso aquellos que te han dejado a deber, que te han anulado más de la mitad de las visitas, que un día vuelven para decirte que les engañaste o que fueron a tal terapeuta y que "ese sí que me fue bien", que te han amenazado con denuncias, etc. 

Recordar a un paciente y sonreir para adentro al rememorar sus buenas cualidades y sus trastadas es lo mejor que consigues en este trabajo.


Pasando ya a las categorías que mencioné al principio (cuidadores, profesionales, formadores, etc.) diré que todos pasan por los mismos planos de formación y el primero, como no, es “yo los curaré”. Y ello queda para la siguiente entrada.