Suscríbete al blog. También puedes seguirlo desde la página de facebook: https://www.facebook.com/ProjecteOriol Si te suscribes a la página marcando Me gusta, te avisará face de lo que se vaya publicando.
Blogger no usa tu correo electrónico para invadir tu intimidad o enviarte propaganda.
Blogger no usa tu correo electrónico para invadir tu intimidad o enviarte propaganda.
No todos los estresantes inciden de la misma manera en un
individuo, o lo que es lo mismo: no todos los individuos reaccionan igual ante
un mismo estresante.
Ello nos lleva a la variabilidad de la personalidad, del
cómo es cada persona.
Los individuos desarrollan su personalidad en función de
sus características genéticas y de los eventos o avatares que ocurran en su
desarrollo. Así la variabilidad genética se multiplica de forma exponencial con
lo que se comprende como educación en su más amplio significado. Ello permite
aun más que no existan dos individuos iguales pero, de la misma manera nos
permite agrupar a las personas en función de rasgos comunes de personalidad.
Existen estresantes que causaran desajustes en casi todas
las personas: muerte de un ser querido, pérdida de empleo, accidente de
circulación grave, ser objeto de un acto de violencia física o emocional
importante, la comunicación de una enfermedad grave, etc.
Pero por definición el trastorno o el desajuste que
produce el estresante, sea del tipo que sea, no puede durar más de 6 meses (a
no ser que sea crónico). Y por otro lado, el resultado del estresante en la
normalidad del individuo no es lógico, común o normal (por porcentajes
poblacionales).
Lo que significa la última afirmación es que ante una
pérdida de empleo no se espera que la persona enferme durante tanto tiempo. No
se encuentra definición o consenso en lo que debería esperarse en relación a la
salud mental de la “normalidad” en relación a la pérdida de empleo, pero uno
presupone que tras el bache, si lo hay, la persona debería recuperarse y
ponerse en marcha en poco tiempo, quizás unos días.
Luego, la pregunta surge cuando la formulamos: ¿por qué
ante una pérdida de empleo hay personas que se ponen a buscar trabajo en
seguida, otras que se toman sus vacaciones subvencionadas (que tienen todo su
derecho ya que por ello han cotizado) y otras que se hunden en un estado
depresivo, ansioso o de alteraciones conductuales?
Es decir, un mismo estresante recoge diferentes
reacciones en función de quien lo sufre. Pero, ¿por qué?
Yo, así de pronto encuentro los siguientes factores:
- Capacidad de tolerancia a la frustración. Para mí es el básico. La capacidad de tolerancia a la frustración la podemos definir como las herramientas personales que cada persona tiene para afrontar reveses en sus proyectos. Hay gente persistente, tozuda, animosa, conformista, luchadora (fijaos si hay rasgos diferentes) que no se desaniman ante la adversidad. Otras sucumben antes o después a los obstáculos presentes en sus proyectos vitales. Por tanto deducimos de aquí que es muy importante poder relanzarse después de un golpe vital.
- Dependencia. Ello pertenece al grupo del miedo, no de la inmadurez, como el anterior concepto. Miedo a perder un status o una condición que teníamos por segura “in eternum”. Ahí es donde encontramos a aquellas personas que nos parecían muy seguras pero que luego se demuestra que su seguridad pende de elementos externos como el ser funcionario o trabajador fijo. Esta inseguridad es también muy frecuente pero es más fácil de afrontar que la otra por la sencilla razón de que las personas dependientes se sienten seguras cuando alguien las guía (trabajo del terapeuta o del allegado).
- Timidez. Hay personas que han conseguido una estabilidad a través de ser aceptadas y reconocidas en un grupo social, familiar o laboral. La fractura de dicha estabilidad puede producirles tanta inseguridad como llegar a pensar que nadie más les va a prestar esa confianza si pierden el trabajo (por ejemplo).
- Obsesión. Una persona perfeccionista que lo que la motiva en su hacer es “el no hacerlo mal”, puede hundirse ante el hecho de un despido laboral por creer que lo ha hecho mal. No pensará en que no depende de ella, sino que creerá que algo que no le dicen ha provocado su cese.
- Consonancias o resonancias. Ello ya es más complejo pero no por ello menos frecuente. Imaginemos a una persona que en un momento determinado de su infancia sufre un estresante identificable y de reacción justa en un menor como por ejemplo que sus padres perdieran el empleo. Ello significó para la familia un retroceso y una crisis. El o la menor no percibió que la culpa fuera de nadie, sino que entendió que era por causas ajenas a la familia. Lo sufrió mal por los padres, sus hermanos y para sí mismo. Y se dijo a sí mismo que ello no le podría ocurrir nunca (en plan Lo que el Viento se Llevó). Creció e hizo de esta frase objetivo y objeto de su vida. Luego un avatar en el destino le propinó la colleja. Su pasado vuelve a su presente y el miedo a la reproducción de aquellos traumas lejanos reaparece, colapsando su persona.
Seguramente encontraréis más prototipos de personalidades
que reaccionan mal ante la presencia de un estresante agudo.
Pero estoy convencido de que entendéis la génesis de un
trastorno adaptativo.
En la siguiente entrada hablaremos del tratamiento básico
de dicho trastorno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario