SALUT MENTAL

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miércoles, 28 de marzo de 2012

EMPATIZAR CON LAS FAMILIAS

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Este escrito es en respuesta a la demanda de Alba.

Los padres o conyugues y a veces otros parientes, sufren el desgaste de tener que cuidar a alguien con una discapacidad mental, sea neurológica o psíquica durante toda su vida.

En el sentido de sobrecarga que aportan los pacientes a sus padres, diferenciamos dos categorías de patologías:
  1. Las que derivan en conductas alteradas que provocan situaciones de crisis graves: trastornos de la personalidad, toxicomanía, brotes agudos de cuadros psicóticos o maníacos, los intentos de autolisis, las crisis de violencia en casa, etc. etc.
  2. Las patologías más discapacitantes a nivel de grado de dependencia: déficit intelectual importante, trastornos neurológicos incapacitantes, las demencias, la tendencia a la inactividad de cierto tipo de patologías (esquizofrenia, depresión).

Para comprender al primer grupo de familiares hay que diferenciar entre 3 categorías:
  1. Padres insolventes (este término no es peyorativo sino pragmático): los padres que han sido incapaces de modificar estilos de conducta bien por su personalidad (padres con personalidad sensible, débil, protectora), bien por su discrepancia en el método educativo, bien porque uno de ellos se convierte en periférico, bien porque uno o ambos tienen problemas mentales, etc.
  2. Padres guardaespaldas: los padres que estando preparados para dar soporte a sus hij@s discapacitados se enfrentan a un tipo de conducta inesperada por la baja o nula (los pacientes no tienen capacidad suficiente de inteligencia o comprensión) conciencia de enfermedad de su hij@ (abandono medicación, fugas, uso de drogas, crisis agresivas o autolesivas, crisis orgánicas o neurológicas).
  3. Padres vitales: el segundo grupo de patologías provocan un agotamiento constante a lo largo del tiempo por la dedicación que significa el tener un hij@ a cargo con un grado de discapacidad mental, neurológica o intelectual importante. En estos casos las relaciones se empiezan a estropear con la senectud o la muerte de los progenitores.
Para empatizar con cada uno de estos 3 grupos primarios de padres hay que saber entender lo que ocurre dentro de sus cabezas y en la dinámica familiar por la combinación de ellas.

Es fácil entender y empatizar con los padres guardaespaldas y los padres vitales pero lo es mucho menos con los padres insolventes. La razón estriba en que el observador entiende que los padres no están actuando de una manera racional o “como lo haríamos nosotr@s” y ello provoca un distanciamiento emocional con ellos así como un sentir “vosotros os lo habéis buscado”.

Para entender las dinámicas familiares hay que saber escuchar como es cada miembro de la familia. Estemos o no de acuerdo con su pensar y proceder, lo cierto es que son ellos los cuidadores y lo seguirán siendo si no se produce una incapacitación jurídica. Luego el objetivo que se nos plantea no es el de juzgar al sistema familiar sino en de entenderlo y tratar de intervenir teniendo en cuenta sus propias variables.

Comentarios como “no me extraña, con una madre así” o “el padre pasa de todo y deja a la madre con todos los problemas” o “no saben inculcar disciplina” o “no saben administrar los premios y castigos” o “no pueden ver a su hijo en la calle”, etc. son los que más oigo en las sesiones clínicas sobre casos en concreto. Y no dejo nunca de pensar que lo que tenemos enfrente es lo que hay y que, por tanto hay que saber prescindir del que nosotros haríamos y adecuarnos al que pueden hacer ell@s.

Solo a través del entendimiento de lo que ocurre en cada unidad familiar o sistema familiar, podremos tener una intervención positiva mientras el sistema nos lo permita. Hay que saber aceptar que no siempre es posible. Hay que saber entender que quizás nunca será posible. Hay que tener paciencia. Hay que esperar los momentos oportunos para sembrar la inteligencia y ello puede llevar años y años.

En relación a los padres guardaespaldas hemos de saber entender que las situaciones de estrés vienen por las descompensaciones que se producen en el paciente. Para dichos grupos familiares la vida es una caja de sorpresas negativas. Es cómo estar siempre preparado y vigilante ante una posible descompensación. Ello se traduce frecuentemente en un estado crónico de ansiedad por la expectativa. Dichos padres se benefician mucho de lo que se conoce por el nombre de grupos de padres ya que les permite compartir sus pesares, miedos, etc. aprenden y comparten estrategias y recursos y se prestan mutuamente soporte.

En este tipo de padres, el aprendizaje de protocolos de actuación les permite afrontar con mejor serenidad las situaciones críticas agudas.

La categoría de padres vitales se basa más en la edad y en los acontecimientos orgánicos que sufren ellos que no en los problemas que sufran los hijos. La propia caducidad de la vida es el factor clave en estos casos. Si hay enfermedades o accidentes que los incapaciten como cuidadores hay que intervenir y convencer de la necesidad de derivar el cuidado de sus hijos a terceros.

Pero hay que tener en cuenta estos posibles resultados:
  1. Después de tantos años cuidando a un hij@ dependiente en menor  mayor grado, el traslado de la tutela a un tercero puede provocar en el cuidador una sensación de vacío que puede llevar a la depresión severa; sería como el síndrome del nido vacío pero como antesala de la propia muerte o jubilación de la vida. Por lo tanto, aunque para ellos sea una liberación, también puede ser causa de su abandono vital.
  2. Los padres se pueden negar a ello. En ese caso, la evolución previsible es la siguiente:
    1. Activación negativa del hij@. Este hecho, bastante frecuente tiene que ver con la tendencia justificada de las personas mayores, sobre todo a partir de los 70 años a disminuir su metabolismo y, por tanto su actividad. Ello produce que los hijos deficientes y otras patologías crónicas deteriorantes se sientan, por así decirlo, menos cuidados. Entonces tienden a activarlos y lo hacen de manera poco exitosa pero que tiene su lógica. Los activan con malas conductas ya que ello hace reaccionar mejor que las buenas. Lo que ocurre es que generalmente se producen escenas violentas ya que el estímulo puede llegar a ser físico pues en lugar de buscar otra estrategia insisten en la misma y con intensidad creciente.
    2. Empobrecimiento de la vida familiar. También la causa es la edad y la dificultad creciente para atender como es debido el hogar. Suelen dormir mucho, sobre todo si falta el otro padre. La casa se deteriora poco a poco así como las costumbres mínimas para mantener un orden en las actividades básicas de la vida diaria.

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