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Para entender cómo es posible que unos mismos estímulos provoquen
diferentes respuestas según en quien incidan, basta con saltar de
sistema e ir a parar, por ejemplo, al meta-sistema del mundo animal.
Imaginemos que tenemos 3 especies diferentes como pueden ser un león, un cordero y un pulpo. Imaginemos que aplicamos el mismo estímulo a cada uno de ellos (por separado, claro, sinó el león seguro se come al cordero). Imaginemos que dicho estímulo es levantar los brazos súbitamente. Si cada animal que hemos escogido es un representante medio de su especie, las reacciones que obtendremos serán las siguientes:
1.- El León o nos amenaza o nos ataca directamente.
2.- El cordero buscaría una salida de huída
3.- El pulpo buscaría un lugar donde mimetizarse y pasar desapercibido.
Pues con los seres humanos en desarrollo ocurre lo mismo. Sin cargas, ya de entrada los bebés reaccionan de manera diferente a un mismo estímulo. Ello se hace más evidente cuando el bebé alcanza el andar y el manipular el entorno.
Así un infante de 12 meses que genéticamente sea poco impulsivo, ante el simple hecho de que otro niño de su edad le coja el juguete que tiene en las manos, su reacción tenderá más a la sorpresa expectante que a otra cosa; uno que sea más sensible pero poco impulsivo, se pondrá a llorar de pena; uno que sea impulsivo es posible que se lance sobre el otro; o uno que sea impulsivo pero sensible, es posible que monte una rabieta de lloros.
Un hecho como el relatado, a la vez se transforma en un estímulo para los adultos de referencia y dependerá también, de como sean las características básicas de su personalidad, la reaccón que tengan. Y así se crea de un hecho tan frecuente un patrón de conducta estímulo-respuesta entre hijos y padres, e hijos y entorno que se retroalimenta así mismo creando el mencionado patrón (Este patrón se basa en el aprendizaje secundario y se exportará a otros modelos de conducta similares pero este será el siguiente tema).
Volviendo al tema: si el niño ha reaccionado con violencia obtendrá diferentes respuestas de sus padres o cuidadores en función de las características de personalidad del adulto. Así, un cuidador impulsivo puede que colabore con la impulsividad del infante si encima riñe al que le ha cogido el juguete; de otra manera, un cuidador poco impulsivo le quitará importancia al hecho y reconducirá la impulsividad del niño. Y, a lo mejor, puede que sea tan poco impulsivo y poco sensible que pase de la historia, con lo que el niño se las habrá de apañar solo. Luego un niño poco impulsivo y poco sensible no se sentirá abandonado porqué el padre o cuidador "pasen", pero uno muy sensible sí que se sentirá abandonado y tendrá sensación de miedo e indefensión.
Así se deduce que ante un hecho tan trivial como que un niño de 12 meses coja el juguete de otro, las posibilidades de respuesta son múltiples, que no infinitas. Pero si le añadimos un adulto que interacciona con el hecho, las posibilidades de impacto educativo (cadena conductual) serán iguales al número de individuos que intervienen elevado al número de posibles respuestas individuales. Este ya es un número mayor.
Pero y ahí viene lo bueno, dicho evento no es nada más que uno entre todos los que ocurren en un solo día. No es lo mismo que esta situación ocurra a las 10 que a las 11, ya que lo que ha ocurrido a las 10 influirá en cómo se desenvuelva lo que ocurra a las 11.
Ahí sí que las posibilidades empiezan a ser de muchas cifras.
Pero bueno, no hay porqué calentarse la cabeza ya que las conductas pocas veces se gravan a la primera y ello lo expondré en la siguiente entrada.
Imaginemos que tenemos 3 especies diferentes como pueden ser un león, un cordero y un pulpo. Imaginemos que aplicamos el mismo estímulo a cada uno de ellos (por separado, claro, sinó el león seguro se come al cordero). Imaginemos que dicho estímulo es levantar los brazos súbitamente. Si cada animal que hemos escogido es un representante medio de su especie, las reacciones que obtendremos serán las siguientes:
1.- El León o nos amenaza o nos ataca directamente.
2.- El cordero buscaría una salida de huída
3.- El pulpo buscaría un lugar donde mimetizarse y pasar desapercibido.
Pues con los seres humanos en desarrollo ocurre lo mismo. Sin cargas, ya de entrada los bebés reaccionan de manera diferente a un mismo estímulo. Ello se hace más evidente cuando el bebé alcanza el andar y el manipular el entorno.
Así un infante de 12 meses que genéticamente sea poco impulsivo, ante el simple hecho de que otro niño de su edad le coja el juguete que tiene en las manos, su reacción tenderá más a la sorpresa expectante que a otra cosa; uno que sea más sensible pero poco impulsivo, se pondrá a llorar de pena; uno que sea impulsivo es posible que se lance sobre el otro; o uno que sea impulsivo pero sensible, es posible que monte una rabieta de lloros.
Un hecho como el relatado, a la vez se transforma en un estímulo para los adultos de referencia y dependerá también, de como sean las características básicas de su personalidad, la reaccón que tengan. Y así se crea de un hecho tan frecuente un patrón de conducta estímulo-respuesta entre hijos y padres, e hijos y entorno que se retroalimenta así mismo creando el mencionado patrón (Este patrón se basa en el aprendizaje secundario y se exportará a otros modelos de conducta similares pero este será el siguiente tema).
Volviendo al tema: si el niño ha reaccionado con violencia obtendrá diferentes respuestas de sus padres o cuidadores en función de las características de personalidad del adulto. Así, un cuidador impulsivo puede que colabore con la impulsividad del infante si encima riñe al que le ha cogido el juguete; de otra manera, un cuidador poco impulsivo le quitará importancia al hecho y reconducirá la impulsividad del niño. Y, a lo mejor, puede que sea tan poco impulsivo y poco sensible que pase de la historia, con lo que el niño se las habrá de apañar solo. Luego un niño poco impulsivo y poco sensible no se sentirá abandonado porqué el padre o cuidador "pasen", pero uno muy sensible sí que se sentirá abandonado y tendrá sensación de miedo e indefensión.
Así se deduce que ante un hecho tan trivial como que un niño de 12 meses coja el juguete de otro, las posibilidades de respuesta son múltiples, que no infinitas. Pero si le añadimos un adulto que interacciona con el hecho, las posibilidades de impacto educativo (cadena conductual) serán iguales al número de individuos que intervienen elevado al número de posibles respuestas individuales. Este ya es un número mayor.
Pero y ahí viene lo bueno, dicho evento no es nada más que uno entre todos los que ocurren en un solo día. No es lo mismo que esta situación ocurra a las 10 que a las 11, ya que lo que ha ocurrido a las 10 influirá en cómo se desenvuelva lo que ocurra a las 11.
Ahí sí que las posibilidades empiezan a ser de muchas cifras.
Pero bueno, no hay porqué calentarse la cabeza ya que las conductas pocas veces se gravan a la primera y ello lo expondré en la siguiente entrada.
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