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Casos no racionales
Este tipo de separaciones son las que traen de entrada o acaban
trayendo graves perjuicios para todos los participantes: pareja, hijos,
familiares y amigos.
Estos casos suelen acabar en los juzgados y algunos
pueden alargarse por muchos años en el tiempo. Cuestan dinero y salud. Anclan a
las personas en el pasado y no les permiten tener una vida plena mirando hacia
adelante.
Los casos no racionales van mediados por dos causas: la
económica y/o la emocional. Como se deduce, ambas suelen estar
interrelacionadas.
1.- Disputas económicas o de bienes materiales: Se trata de un desacuerdo entre ambas partes sobre cómo se “reparte” el
botín y las deudas acumuladas a lo largo de la convivencia.
En ello siempre hay un origen de ignorancia o de mala
intención.
a) Se puede salir perjudicado por desconocimiento
de uno de las partes. Cuando uno se centra demasiado en lo afectivo de la separación
puede firmar o consentir pactos de moral dudosa. Un@ puede no saber que tiene
derecho a una compensación por pérdida de poder adquisitivo. Un@ puede creerse
que aunque la casa esté a nombre de ambos, al haber pagado el otr@ la hipoteca,
le corresponda a este el derecho de propiedad exclusiva y firme una cesión
entre partes. U@ puede dejar el coche al otro porque es el que lo usa pero va a
su nombre, etc., etc.
b) Ello también puede ocurrir cuando
una de las partes hace un acto de compensación
por el daño ocasionado al otr@ al separarse. Ello dignifica a la persona pero puede
que a la larga se lamente. Hay que entender que lo afectivo pasa pero el
perjuicio económico puede que sea para siempre. Hay que hacer las cosas de
manera asesorada y legal. Hay que pensar que la otra persona ello no tiene
porque curarle las heridas o compensarle la pérdida afectiva. Imagina que con
el afán de compensación moral, firmas que te haces cargo del coste de la
hipoteca pero la casa sigue a nombre de los dos; en un momento dado el otr@
puede exigir la venta de la casa y repartir el dinero al 50%. De ejemplos de
este tipo hay muchos.
c) Venganza: no solo como venganza sino como odio, desprecio o cualquier calificativo
que implique hacer daño o perjudicar al otr@. Se da el caso de cuentas
corrientes conjuntas vaciadas, VISAs con números rojos, multas de tráfico,
facturas que se dejan de pagar, desaparición o rotura de objetos considerados
de propiedad de un@, pisos destrozados, etc., etc. Por ello es tan importante
que la comunicación de la separación vaya precedida por el correcto
asesoramiento por parte de un abogado; lo mismo que es de recibo informar al
otr@ de que haga lo mismo a no sea que quiera compartir abogado para llegar a
un convenio de mutuo acuerdo.
2.- Descrédito social:
A menudo las separaciones afectan a grupos más amplios
que el familiar: trabajo, grupo de amigos, familia extensa, vecindario,
asociaciones, etc. Es decir aquellos grupos sociales, familiares o culturales
con los que ambos mantenían una relación.
Muy a menudo uno de los dos lo abandona o pierde el
contacto durante mucho tiempo con el resto de integrantes del grupo.
La reacción psicológica esperable a la noticia de una
separación suele ser el desplazamiento del afecto hacia la persona que ha sido “abandonada”.
Sobre todo cuando concurren circunstancias como el que se ha ido con otr@. El
que está indignad@ con el otr@ suele exagerar sus defectos ante el público y
el que se siente abatido suele mover a
la compasión, comprensión y acompañamiento en el duelo.
Ello puede provocar llamadas o mensajes irrespetuosos por
parte de algún allegado. Se han dado casos de visitas personales injuriosas,
agresiones físicas, exposición al descrédito social (graffitis).
Ello es algo que si no llega a mayores hay que dejar
pasar. Pensad que en unos meses todo quedará diluido y los allegados acaban
aceptando que la vida es así. Contraponerse a dichas acciones lo único que
provoca es que se refuerce el descrédito al dar opción a quien lo practica a
sentirse injuriad@ a nivel personal. Va bien aplicar el refrán que dice: “a
palabras necias, oídos sordos”.
Pero si el descrédito puede afectar de alguna manera la
nueva vida del otr@: publicidad, cartas o mensajes a tu jefe laboral o a tu
nueva pareja, denuncias públicas, amenazas continuadas y graves verbales, por
escrito u otro medio, agresiones físicas o contra tus bienes, etc. Has de denunciarlo
aunque no sepas quien lo ha hecho. No has de entrar en discusión con el injuriante,
no has de comunicarte con él/ella; simplemente has de denunciar. Si hay
soportes físicos a la injuria como cartas, mensajes, correos electrónicos, entradas
en tu facebook, etc. lo has de guardar y presentar como prueba.
3.- El uso de los hijos:
Este sí que es un muy mal tema.
Los hijos suelen usarse como moneda de cambio, como herramienta
agresiva hacia el otro o como elemento destructivo de la figura educativa del
otro (el conocido SAP, Síndrome de Alienación Parental).
a) Como moneda de cambio: léase “yo tengo a los hij@s, tu si quieres verlo, tal y tal”, “me lo trae con la ropa peor para que yo le compre”, “me dice que si lo quiero tener este fin de semana, lo tengo que ir a buscar a tal sitio y a tal hora” (o a devolver). Hay muchas maneras de obligar al otro a hacer esfuerzos económicos o personales que se salen de lo pactado a cambio de poder ver al hijo. Tanto en la compartida como en la no compartida. Yo recomiendo que las cosas de hablen y no se actúen sin antes haberlas hablado. Hay que pensar que la separación puede ser un dolo importante para una de las partes pero en aquél momento fue la única opción válida para una de ellas y hay que respetarlo, sepa lo mal que sepa. Y también hay que hacerlo respetar. La vida ha de seguir y anclarse en el pasado, pocas veces es una buena opción.
b) Como herramienta agresiva hacia el otr@: ello ocurre cuando te encuentras con que no te permiten la entrada en el cole o no te dan información del hij@, cuando no te enteras de si ha estado enfermo, cuando llamas y no está nunca, cuando te llegan facturas exageradas o no de actos médicos o terapéuticos que tú te has comprometido a pagar y que no se hallan justificados, etc., etc. Es decir cuando cualquier cosa relacionada con tu hij@ se te esconde, se distorsiona o se exagera. Ello va direccionado a hacerte daño a ti. Mi recomendación es que ello suele ocurrir en los primeros meses y que forma parte del duelo pero ha de ser de mayor a menor intensidad y frecuencia con el paso del tiempo. Si se mantiene o se agrava, hay que hablarlo y si no, denunciarlo.
c) Como elemento destructivo de la figura educativa del otro: Este es el caso más grave y triste. Implica un daño formidable a los hijos. Daño que está penalizado por la ley y que puede significar la pérdida temporal o total de la patria potestad de quien lo practica (y a veces de quien lo sufre).Consiste en desacreditar y forzar en las mentes infantiles el descrédito total del otro progenitor.
Se usa la maldad y la manipulación para que los hij@s se posicionen en contra del otro progenitor hasta el punto de difamar (abusos, mal trato físico), negarse a verlo, agredirlo físicamente, etc.
Para el progenitor (o tutor) del menor que es vilipendiado, la vida puede convertirse en un horror. Llegando a poder encontrarse con una orden de alejamiento o en la cárcel.
La manipulación de los menores se produce por inculcación repetida de ideas en la mente del menor (si es pequeño) o en el chantaje y compra de la fidelidad del menor (si ya es pre-adolescente).
Siempre se culpabiliza al otr@ de todo lo que ha ocurrido y ocurre y se adecuan pruebas para que sostengan el “delirio”. Pruebas y argumentos que los menores no son capaces de sesgar y que movidos por el miedo a la propia pérdida del progenitor manipulados o por el no discernimiento acaban con crear en la mente del menor la imagen del mal del otro olvidando cualquier otro buen momento pasado entre ambos y siendo incapaz de racionalizar los argumentos del otro.
Para la existencia de tal manipulación suele usarse una técnica descrita como la del “doble vínculo”. No es que quien lo practique lo haya estudiado, simplemente lo diseña así en su deseo de anular al otr@. El doble vínculo consiste en una afirmación antagónica y un proceso mental que impide a la persona darse cuenta de que ello no puede ser cierto. Pongamos un ejemplo: imaginemos que el progenitor alineante le instruye al menor “a papá/mamá has de decirle toda la verdad, sino no te querré (me pongo triste, no puedo confiar en ti, etc., etc.)” y otro mensaje (seguido o no en el tiempo y contexto) “tu @adre te ha tocado?”; el/la menor puede que responda que no pero el progenitor@ puede que le indique con su lenguaje corporal que le está mintiendo e insista: “ya sabes que si no dices la verdad, yo lo sabré” y así hasta que el menor capta que si no dice la verdad el progenitor alineante le va a dejar de querer. A partir de ahí el menor dirá lo que sea delante de quien sea para no perder el amor de su @adre. El menor no puede darse cuenta de la falacia lógica entre el que él diga la verdad o diga la verdad que el otr@ quiere oír ya que si no lo hace saldrá perdiendo.
El SAP acarrea problemas muy graves en el desarrollo y maduración personal de los menores afectados ya que para ell@s el doble vínculo actúa siempre y hasta que no lo resuelvan serán esclavos de quien lo lanzó y futuras víctimas de otras personas que lo apliquen para el dominio personal y, a más a más produce personalidades inmaduras o miedosas o raras que de alguna manera ventilarán la energía negativa contenida en el subconsciente por tales actuaciones.
Ello será luego de muy difícil tratamiento ya que quedan encapsuladas y hasta que la persona no las pueda entender, le harán daño y dicho daño puede traducirse en una depresión, en una esquizofrenia o en una psicopatía u otro trastorno de la personalidad.
Ante una amenaza de SAP hay que empezar a acumular pruebas del mismo ya que habrá que hacer una denuncia o aprovechar una denuncia del otr@ para evidenciarlo.
No hay que temer perder al hij@. Hay que actuar para que su futuro sea viable.
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