SALUT MENTAL

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lunes, 2 de julio de 2012

ADOLESCENTES, LA SOCIALIZACIÓN CONTROLADA


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Voy retrasado en la entrega del segundo capítulo de las benzodiacepinas por ello os dejo esta entrada sobre los adolescentes.

El autocontrol es también un aprendizaje de la infancia que vuelve con mucha fuerza en la adolescencia. Indica la capacidad de mostrarse atento a las normas sociales de conducta y, por lo tanto, de sentirse integrado en la sociedad.

El perfil del adolescente típico es el de un ser animoso, inconformista, tolerante con el desorden. Aunque poco a poco y por las experiencias que va absorbiendo se vuelve cada vez más una persona seria, atenta a las normas, práctica, menos errónea.

No nos debe sorprender que el adolescente desafíe, intente establecer un nuevo orden a las normas de convivencia social. Su intencionalidad, aunque bien razonada por ellos/as, va dirigida a satisfacer la tercera ley de la termodinámica: el máximo desorden posible con la mínima energía dispensada. Este equilibrio rige tanto en el universo como en nuestros adolescentes. La experiencia irá perfeccionando este equilibrio. El exceso de desorden conduce a un malgasto de energía para poderlo mantener y el exceso de orden también.

Es necesario, entonces, que el adolescente encuentre poco a poco la ecuación más beneficiosa para él y que a la vez sea compatible con la convivencia con los otros.

Solo cuando la experiencia no da resultados, modificando la conducta del adolescente, nos tenemos que preocupar: fracaso continuado en los estudios, oposicionismo y desorden en casa, absentismo laboral, amistades peligrosas…. 

Si esto pasa es que el adolescente tiene problemas. Nadie se deja pillar los dedos repetidamente si no tiene un motivo.

El fracaso de la integración social se debe generalmente a un sentimiento de minusvalía personal delante de lo que el adolescente siente que la sociedad espera de él. Entonces, incapaz de identificarse con modelos sociales compatibles, se enfrenta al sistema y sus normas, para ver si éste le acepta y le reconoce. Como que eso no pasa, el adolescente problemático en lugar de amoldarse se sitúa aún más en el oposicionismo y se perpetúa y empeora el problema generado.

¿Qué podemos encontrar detrás de esta falta de integración social?

1.- “Paso de sacarme el carné de conducir”: conducta antisocial que expresa falta de integración y sentimientos evitativos.

2.- “Ir al instituto es una chorrada”: conducta antisocial oposicionista con las normas sociales.

3.- “Se va de juerga cada noche”: conducta marginal.

4.- “Tiene la habitación hecha un asco, pero se corta el cabello cada semana”: conducta desafiante.

5.- “No ha ido a trabajar porque dice que el encargado le tiene manía”: conducta evitativa.

6.- “Es un rollo ir con los padres. No me dejan vestir a mi manera. Son unos carcas”: conducta oposicionista.

7.- “Robo móviles para tener dinero”: conducta antisocial que expresa una falta de tolerancia a la frustración.

Detrás de una falta de integración social al mundo de los adultos siempre hay un problema de aprendizaje del autocontrol. Bien sea por la genética, bien por una imposibilidad de educación eficaz. Son estos dos factores (independiente de los traumes fuertes y su digestión) los que condicionan la “rebeldía” de nuestros adolescentes (sea activa o pasiva).

Cuando observamos que nuestro hijo/a adolescente se cierra demasiado en conductas que son como mínimo para-sociales, hay que actuar. Se debe mantener los límites cueste lo que cueste y es necesario respetar aquellas tendencias o conductas que no afectan al mantenimiento de una buena salud mental: no problemas en las esferas social, legal y familiar.

No tenemos que tener miedo de cuadrarnos en la no aprobación de conductas francamente marginales o insanas. La mayoría de los adolescentes reaccionarán al ver que si se saltan los límites pierden derechos. Algunos, incluso lo agradecen en su interior. Pero desgraciadamente, hay personas que no les gusta salir por la puerta y se atascan en el intento de salir por la pared. No es simplemente tozudez, es el deseo de sentirse individuos.

Ya vimos que la forma de manifestar esta “tozudez” es múltiple y variada.

Por lo tanto, ante una conducta desajustada tenemos que intentar poner límites sin anular la personalidad del adolescente y si eso no da resultado, os recomiendo que busquéis la ayuda de especialistas.

Es bien cierto que cuesta aceptar que necesitamos a otros para hacer madurar a nuestro hijo/a. Suena a fracaso. Quizás lo es, quizás no, pero dudando no haremos nada. Es necesario reconocer cuando “el asunto se nos escapa de las manos”.

La siguiente entrada espero que pueda ya ser la segunda de las benzodiacepinas. 

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