SALUT MENTAL

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sábado, 20 de octubre de 2012

MALTRATO 2-2

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Ya mencionamos en la anterior entrada (http://projecteoriol.blogspot.com.es/2012/10/maltrato-1-2.html)

que éstas relaciones no se configuran de manera inocente de entrada. Hay datos que así lo confirman cuando ello viene a la memoria.

Entonces, ¿qué ha de ocurrir para que una persona se enamore de otra que la hará sufrir?, ¿cómo son los inicios de dichas relaciones?

También mencionamos que hay dos tipos básicos de conducta en posibles maltratadores: los encantadores y los chulos de entrada.

Os preguntaréis cómo un chulo de entrada puede enamorar a alguien; la respuesta es que de entrada es chulo con los demás para seducir a la otra parte. Pero ya muestra una conducta poco menos que violenta.

Los halagadores son más lentos pero se ve en su intención el conseguir un resultado: halagar. Y en sus ojos no se ve amor sino deseo de posesión.

Las víctimas lo perciben pero lo malinterpretan. No hacen caso de la voz interior que muestra disonancia. Ello es así porque desean tener a alguien a su lado que les dé seguridad, confianza y que las desee más que no las quiera (o confunden lo uno con lo otro).

Siempre llega el día de la primera “sugerencia” o “queja” o “mandato real” por parte del maltratador. Una opinión sobre el vestir, el pelo, el maquillaje; o una opinión sobre las mujeres en general, o sobre cómo ha de funcionar una familia, o sobre quien gestiona la economía familiar; o una opinión ante una noticia de maltrato u homicidio de género.

Pero la pareja puede no darse cuenta o en un intento de no perder, lo relativiza.

A partir del primer signo dictatorial, si este no es suficiente para hacer salir corriendo a la otra parte, se entra en la relación del maltrato. Aquello que se consiente, crea norma en las relaciones.

Se genera así un contrato de convivencia o de relación donde el hombre (o la mujer) impone sus reglas a la pareja. Dicho contrato se va ratificando por los datos que progresivamente se van acumulando: actitudes cada vez más dominantes, comentarios sobre noticias, charlas distendidas con parejas amigas, etc. La víctima siente cada vez más miedo. Aun no la ha tocado, aun no la ha insultado, aun no la ha pegado pero el miedo empieza a latir de manera poco consciente.

La reacción sigue siendo de no “Basta!”. El miedo y el deseo de tener al agresor contento se van apoderando de la persona, a la vez que la voz interior que dice “Para, ya!” aumenta en intensidad.

Y llega el día en que se le lleva la contraria. Puede que haya pasado poco o mucho tiempo desde el contrato de relación. Pero siempre llega. Y llega bien porque el otro cada vez exige más y da menos o porque se consulta con las amistades (pocas veces con un profesional) o porque se identifica con una de las historias que se cuentan en los medios.

Llevar la contraria es una amenaza para el maltratador; no lo puede aceptar, ni tolerar, ni consentir y actúa. La primera vez solo son discusiones, algún portazo o un zarandeo. Pero ello ya da mucho miedo a la víctima…

Hay dos argumentos para el maltratador: “Tú no me puedes dejar” y “Tú no me vas a dejar”. El llevar la contraria, el opinar, el simple derecho de opinar produce en el maltratador la sensación de pérdida de control y con ello de pérdida de seguridad. Unos lo hacen por miedo y otros por orgullo pero la razón es el miedo.

Hay maltratadores que piden perdón y hay que solo castigan. Los que castigan, tras el enfrentamiento, sancionan. Los que piden perdón, intentan demostrar que son buenos.

Hay quienes acaban aceptando que tienen un problema y se ponen en tratamiento. Ello ocurre en algunos que tienen miedo que les dejen y casos de toxicomanía.

Pero en otros casos, la tensión va subiendo poco a poco. Puede que la víctima intente o logre cortar la relación pero también puede que ello se viva como una afrenta imposible de aceptar o genere un vacío en el interior del maltratador.

Sea como sea, la tensión llega a un extremo que la relación se considera un acto de vida o muerte y el maltratador actúa.

Bien es cierto que hay casos, como el de los ancianos que lo que se produce es un hartazgo de la relación sin posibilidad ya de iniciar otra vida. Pero estos casos, curiosamente pertenecen a otra tipología que no la que estamos comentando. Quizás un día hable de ella.

¿Y cómo la sociedad puede prevenir mejor los maltratos?

Veamos, hasta ahora la administración tiene programas de prevención en la escuela, entidades públicas o asociaciones que hacen constantemente campaña sobre cómo prevenir, detectar y actuar en caso de sospecha de maltrato, hay asesoramiento en todos los municipios, conseguir una orden de alejamiento no es difícil ya que la jurisprudencia opta por prevenir, la policía es intervencionista ante cualquier sospecha y el derecho penal es bastante contundente con las penas; entonces, ¿Qué falla?

Una parte de las víctimas no denunció maltrato previo pero otra parte importante (quizás el 50% o más) sí que lo hizo y el mecanismo judicial funcionó pero no acabó siendo eficaz.

Ello nos lleva a la conclusión de que lo que ocurre es que la protección social es insuficiente para reducir las estadísticas.

Y la protección social se basa en los presupuestos. Lo que ocurre es que aquí aparece el algoritmo de la seguridad el cual dice que conseguir una protección que evite un 50% de riesgos es muy barato pero cuando intentamos subir hasta el 100%, el coste sube de manera exponencial. Ello indica que pasar de 90% al 100% tendrá un coste ilimitado (impagable).

Y aquí nos encontramos con el dilema de lo que vale una vida.

Seguro que la violencia de género disminuirá cuando sea más barata la prevención y ello irá en función del descubrimiento de nuevas técnicas de educación, detección, atención-tratamiento y reinserción.

Puedes ver la primera parte en: http://projecteoriol.blogspot.com.es/2012/10/maltrato-1-2.html

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