SALUT MENTAL

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jueves, 18 de octubre de 2012

MALTRATO 1-2



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Es curioso observar cómo ha evolucionado el concepto de maltrato en los últimos 50 años, y sobre todo desde el fin de la dictadura aquí en España.

Hace 50 años, pegar, insultar, obligar a vestirse de una determinada manera, restringir las relaciones sociales, prohibir el trabajar, obligar a permanecer en casa, ser la única persona que atendiera toda la casa y las necesidades domésticas de la familia, etc. era algo muy habitual, bien visto y hasta recomendado por la sociedad y sus representantes legales y religiosos. Matar a la esposa por celos o por “cuernos” era penado pero muchos se salían con poco o casi nada de condena.

Fue con la declaración de los principios humanos reflejados en la constitución que se dictó el camino para la igualdad de género, tanto en sus deberes, como en sus derechos.

El divorcio fue otro gran paso en la mencionada igualdad ya que proveyó a la mujer del derecho de librarse de una relación a la que hasta entonces se veía forzada, estuviera de acuerdo o no.

El feminismo se hizo sentir hacia la década de los ’70 y creó un movimiento social que tuvo grandes repercusiones en cuanto a la dignidad de trato en la mujer en relación al hombre. La mujer dejó de ser poco menos que la costilla del hombre para empezar a ser considerada como un ser con los mismos derechos, deberes y capacidades que aquél.

Mucho ha llovido desde entonces y dicha igualdad aun no se ha conseguido del todo.

Para mí fue a finales de los ’90 y principio del nuevo siglo que los medios de comunicación empezaron una campaña informativa sobre el resultado de los maltratos a la mujer por parte de su pareja, el denunciar de manera pública cada asesinato, cada paliza importante que recibía y recibe una mujer se fue y se va creando una conciencia social sobre la necesidad de que las mujeres no sufran por su inferioridad física ante el hombre, ante el macho.

Pero, con todo, las estadísticas arrojan año tras año cifras similares de homicidios del hombre a la mujer siendo o habiendo sido ambos pareja.

En la imagen de la izquierda podéis observar que no hay un decrecimiento real en el número de muertes todo y que la educación social respecto al maltrato ha avanzado mucho. 

Luego, algo falla.

Si pensamos un poco podemos encontrar las siguientes razones a que no se produzca el descenso esperado:
1.- Se ha llegado a un techo y lo que ocurre sería considerado dentro de lo inevitable (como un terremoto). Ello sería parecido a las víctimas de accidentes de locomoción.
2.- Las medidas sociales, educativas y legales no cubren un sector de la población susceptible de cometer violencia de género. Ello indicaría que no se está haciendo todo lo que se debería de hacer.

Me resisto a creer que la primera opción sea la acertada y pienso que es la segunda la que no está completa.

Para poder responder a ello, hay que pensar en los perfiles psico-socio-biográficos de los criminales y de sus víctimas.

Para poder acuñar bases empíricas hay que pensar en cómo son estas personas. Hoy día la respuesta es más fácil que antaño y ello se debe a que todo el mundo recibe educación constante sobre la igualdad de géneros y sobre el respeto a los demás.

Luego, la primera formulación es que todo y tener información y formación sobre el respeto a los demás, hay personas que hacen caso omiso a ello. Dichas personas además son sabedoras de sus derechos como víctimas y de las penas por violarlos por parte de sus agresores. Ya no vale decir que esto lo hacían mis padres o mis abuelos; ello ya no es excusa, ni para las víctimas, ni para los agresores.

Observaréis que hablo tanto de víctimas como de agresores y lo hago porque la víctima tampoco parece hacer caso del principio de prevención, por lo menos en las primeras fases del desarrollo del crimen llamado pasional y lo digo con rin-tin-tin porqué llamarlo pasional es como darle una excusa o justificación que de ningún modo la tiene.

La segunda formulación es que la víctima no sabe detectar aparentemente desde el principio con quien se la está jugando. En este sentido, hay dos modelos de hombres: los que ya son dominantes de entrada y los que son todo cortesía. En relación a la víctima (la mujer) el prototipo es la dependencia.

La tercera formulación es que el hombre ha de tener una personalidad inmadura y poco o nada respetuosa con los demás. Y ello es así aunque los vecinos digan que “No lo parecía, si era muy amable!”. No olvidemos que quien no es respetuoso con los demás tampoco lo es en las normas sociales (las que crean las leyes).

La cuarta formulación es que estos hombres no soportan que sus parejas les falten al respeto (respeto total para ellos y cero para ellas). Tienen el sentimiento interno de que la pareja les ha de servir y cuidar y que encima ha de entender que él la pueda maltratar bajo la excusa interna o externa que sea. Tienen el sentimiento de posesión absoluta (el famoso “si no eres para mí, no serás para nadie”). Dicha personalidad no aparece de la nada, ni es de nacimiento; dicha personalidad es aprendida.

La quinta formulación es que hay dos orígenes en la personalidad del maltratador y de la víctima:
1.- Maltratador: bien lo han vivido en su familia (el padre maltrataba a la madre) y lo han interiorizado o bien la madre ha consentido el maltrato por parte de su hijo y el padre o no se ha enterado o no ha hecho nada por remediarlo.
2.- Víctima: puede que también lo haya vivido en su familia a través de ver al padre maltratar a la madre o por ser ella misma víctima del maltrato de sus padres o hermanos. Ello puede acabar desencadenando el maltrato como algo lógico o esperable. Y también puede haber recibido una formación en la que se sintiera que sin la figura del hombre, ella no es nada (tanto porque se considere indigna o débil).

Y la sexta formulación es que algunos se suicidan o intentan hacerlo, otros huyen y otros se entregan. Pero todos se encuentran afectados por la tragedia. Luego no hay frialdad emotiva como en el caso de una personalidad psicopática. Pocos casos hay así y no se habrían de categorizar como violencia de género por maltrato. Ello lo explico así: el maltratador quiere que la víctima siga con él y sufre sino es así hasta el punto de matarla, tanto para que no esté con nadie más (posesión) como por un sentido de pérdida de uno mismo (“sin ti no soy nada”). Y ello va tanto con los asesinatos a sangre fría (premeditados e impulsivos) y con el homicidio en medio de una discusión, discusión que en general deviene del “Basta!” de la pareja.

En la próxima entrada veremos cómo funcionan estas relaciones para acabar tan mal y porqué el sistema no acaba de funcionar (ser eficaz).


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