SALUT MENTAL

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jueves, 20 de septiembre de 2012

REHABILITACIÓN EN SALUD MENTAL, reflexiones 2/4

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2.- Patologías de mal pronóstico con un grado medio o alto de afectación integral.

Recordemos: hemos establecido tres factores en la discapacidad que pueden propiciar lo que llamamos rehabilitación. Estos son el tiempo en que la persona está “enferma”, las secuelas del trastorno y los cambios de personalidad derivados de la experiencia de la enfermedad.

Entramos aquí en problemas realmente incapacitantes para las personas que los sufren. Aquí añadimos un cuarto factor en relación al grado de discapacidad de una persona cuando sufre un trastorno mental crónico. Dicho factor es la gravedad del trastorno en relación al pronóstico.

Al hablar de cronicidad y gravedad nos hemos de hacer una pregunta muy importante en relación al concepto de discapacidad y por ende de rehabilitación: ¿Qué edad tenía la persona cuando inició el trastorno?

Ello tiene importancia extrema ya que cuanto más joven sea la persona en su debut más perderá en adquisición de habilidades.

No es lo mismo un trastorno discapacitante que dure 1 año y suceda en una persona joven que no que suceda en una persona que ha alcanzado su madurez. Y si me obligáis a concretar más, diré que un trastorno que dure un año será más incapacitante si su inicio es en la adolescencia (13-18 años, más o menos).

La adolescencia es un período crucial en el desarrollo integral de una persona. La adolescencia es aquél período en que el individuo pasa de un estado de dependencia a un estado de autosuficiencia y autonomía.

Para mí es como un máster muy largo en el que solo vale del aprobado para arriba. Si se suspende, la evolución se para hasta que se apruebe.

Cierto es que hay jóvenes que suspenden y suspenden hasta que un día aprueban y no por ello habrán de ser discapacitados pero en una buena parte de los adolescentes, el suspenso continuado produce una discapacidad que puede no lleguen a recuperar por mucha rehabilitación que se intente.

Ello es debido que desde los 12-14 años hasta los 30 (más o menos) la persona media ha de realizar un aprendizaje global muy profundo. Aprendizaje que le proporcionará una personalidad estable, unos hábitos compatibles con lo normativizado a nivel social, una resistencia a la frustración que le permitirá sortear los obstáculos en la consecución de sus objetivos.

Pongamos un ejemplo. Imaginemos un chico que siempre ha sido bastante cerrado (pocos amigos, juegos solitarios, cierta timidez) pero que ha seguido muy bien el plan de estudios. Cuenta con 17 años y tiene intención de ir a la universidad.

Un día en sus 17 años sufre un episodio de esquizofrenia paranoide. Se le diagnostica, se le ingresa en una unidad de agudos y se le trata. Responde bastante bien al tratamiento farmacológico y se le da el alta hospitalaria a las 5 semanas del ingreso. El tratamiento farmacológico que le mantiene asintomático es potente y le produce disminución de la capacidad de concentración, alteración de la atención y de la memoria.

El chico vuelve a sus estudios pero no puede seguir el ritmo. Ello le inquieta y le produce ansiedad. Entiende que la medicación no le permite ser capaz de estudiar. Deja la medicación. Está unos días bien pero a la tercera semana inicia de nuevo un episodio psicótico.

Se repite el proceso: ingreso, estabilización y alta.
Pero ya no vuelve a los estudios. Sanidad le busca un centro de día para mantenerlo ocupado y para trabajar el concepto de conciencia de enfermedad.

El chico no puede mantener sus hábitos anteriores ya que intelectualmente no puede. La medicación le produce anhedonia (falta de ganas de hacer cosas). Se sigue viendo con alguno de sus amigos pero ya no es lo mismo. El centro de día le mantiene ocupado y entiende que tiene una enfermedad crónica y que ha de tomar medicación de por vida (o durante mucho tiempo).

El centro de día tiene su fin y es devuelto a la sociedad sin más. Se le recomienda que haga cursillos, talleres, que vaya a alguna asociación, etc.

No acaba de asumir que una enfermedad que no se ve, que él ahora no nota pero sí que nota los efectos indeseables de los fármacos, le haga prescindir de sus sueños.

Decide trabajar y le encuentran un trabajo. Pero le ocurre lo mismo, no puede rendir como los demás y por tercera vez decide dejar la medicación. Se repite el cuadro.

Van pasando los años, pongamos que hasta los 24. Se producen varias recaídas, con sus ingresos, tratamientos, etc. La familia ya entiende que la cosa puede ser para siempre; él también.

Todos se han acomodado a la situación de la enfermedad y su tratamiento.

A los 31 años, en una de las visitas al psiquiatra del ambulatorio, éste le comenta que ha salido un nuevo fármaco que no afecta tanto las capacidades cognitivas de la persona (concentración, atención, memoria, etc), ni a la motilidad, ni al nivel de conciencia y alerta de la persona. Le propone si quiere probarlo y el chico y su familia dicen que sí.
Imaginemos que el fármaco le va bien. El chico recupera un grado de normalidad importante. Recupera la capacidad de concentración, la capacidad de recordar, la capacidad de atender (arousal).

Han pasado 14 años. En estos 14 años ha olvidado mucho de lo aprendido en relación a la autonomía y no ha aprendido cosas nuevas, no se ha emancipado, no ha sido autónomo, solo tiene 2 amigos. No sabe cómo llevar su economía, no sabe cocinar, no sabe comprar, no sabe manejarse bien por la ciudad, no sabe renovarse el carnet de identidad, no tiene carnet de conducir, etc.

¿Cómo hay que ser para poder recuperar 14 años sin perder los que vienen?

¿Cuánto tiempo cuesta “ponerse al día”?

¿Qué cosas habrá retenido de su adolescencia?

Hay algunas personas que lograrán en unos años situarse en un nivel de autosuficiencia aceptable pero con ciertas conductas no maduras (p.ej: dependencia de los padres para realizar ciertos trámites burocráticos, comprar ropa, sobrevivir a nivel económico, etc.). Algunas pocas lograrán un nivel de autonomía importante y podrán prosperar después de aprender o re-aprender lo perdido u olvidado. Algunas no podrán ya nunca aspirar a la autonomía y autosuficiencia.

¿Qué factores principales inciden en un buen pronóstico en la rehabilitación? De lo comentado hasta ahora podemos deducir unos cuantos:

  1. Calidad de la educación antes del evento. Un chico con hábitos asumidos, con un buen nivel de tolerancia a la frustración tendrá mejores oportunidades de rehabilitación que otro que haya recibido una educación más consentida.
  2. Inteligencia. Ello es un factor muy importante en cuanto a la capacidad de pensamiento abstracto (frente al concreto).
  3. Impulsividad. Ligado al anterior es un factor de riesgo muy importante.
  4. Capacidad de los cuidadores de mantener al máximo posible la educación para la autonomía. Los padres demasiado protectores no permiten la madurez de los hijos. Y los padres maltratadores o ausentes, lo mismo.
  5. Capacidad de la sociedad a la que pertenezca la persona a proporcionar un tratamiento personalizado y de intensidad para la reasunción de los aprendizajes perdidos u olvidados.
Evidentemente, cuando la enfermedad es más grave en el sentido de que no hay recuperación total aún con un tratamiento adecuado, el retraso que se acumula discapacita de manera progresiva a la persona que la sufre. No tan solo porque el individuo haya perdido un tiempo precioso, sino porque se produce una regresión y unos cambios de personalidad que no son tratables de ninguna manera efectiva y que comparativamente ya no significan un estancamiento o adormecimiento de la madurez sino que se manifiestan como regresión. Así una persona que antes era hábil para ciertas conductas (p.ej: aseo personal), ahora precisa de un soporte externo para llevarlas a cabo o simplemente es incapaz.

Aquí vemos que el concepto de rehabilitación descrito en el anterior capítulo no tiene aplicación.

En la siguiente entrada hablaremos de los trastornos de la personalidad como incapacitantes y su relación con la rehabilitación.

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