Venderse por estimación
Esta es una conducta típica en las personas que tienen
baja auto-estima. Consiste en no decir “no” nunca a las demandas de los amigos
y hasta de los conocidos y, es más, consiste también en ofrecerse a ayudar o hacer
por el otro sin que el otro lo pida. El objetivo es siempre ganarse un “gracias”
y asegurarse que el otro considere de manera afectiva a quien se vende.
Cuando hablas con éstas personas siempre te reconocen que
tienen resquemor por hacer tantos favores y que la gente no les tenga en
consideración o que solo los “use” cuando tienen problemas.
Tratar el “venderme por afecto” y el “no saber decir no”
es una de las piezas claves en el tratamiento cognitivo conductual de la
timidez.
El genio del pincel que quería ser músico
Si bien este fenómeno existe en otro tipo de
manifestaciones de la baja auto-estima, es siempre común en los tímidos.
Cuando hablas con personas tímidas, descubres que no
valoran su temperamento, ni sus habilidades, ni su inteligencia.
Todos sabemos que los demás nos devuelven lo que
proyectamos y si se proyecta baja auto-estima la conducta de los demás es
también acorde; de ahí que los demás no se acuerden mucho de quien tiene baja
auto-estima y que se aprovechen de él/ella.
En el tratamiento se suelo decir que ellos no conceden
valor a sus rasgos entendidos como cualidades. Si les pides que te enumeren
cuáles son sus cualidades, muchas veces no saben que decirte o te dicen que el “ser
buena persona” ya que entienden que quien aguanta carros y carretas de los
demás ha de ser buena persona.
Quizás te digan que se consideran “simpáticos”, “amables”,
“serviciales” o que les “gusta hacer favores a los demás”.
Entonces yo les cuento la historia de un chico o chica
que quería ser músico porque creía que así sería estimado por los demás y se
sentiría realizad@. Pero no tenía oído ni aptitudes para la música. Se deprimió
mucho, tanto que al final su familia hizo venir a un médico a su casa. En su
cuarto se encontraban expuestos exquisitos lienzos al oleo. El médico quedó
extasiado y le preguntó si los hacía él/ella. La respuesta que obtuvo es que sí
pero que ello no tenía importancia ni valor alguno.
Con ello les hago ver que lo que ell@s no consideran
cualidades puede que lo sean y que sean las únicas que le servirán para
afrontar su auto-estima y hacerse valer ante los demás. Les explico que en el
ejemplo anterior nunca llegarán a ser buenos músicos pero habrán perdido la
opción de ser buenos pintores.
Les explico que las cualidades innatas las tienen todos
los seres humanos y que son las únicas buenas que realmente tendremos. Que con
ellas hemos de vivir y en ellas hemos de fraguar el sentimiento de auto-estima.
Finalizo diciéndoles que si uno se quiere, los demás le
quieren.
Algo sobre el tratamiento
Ya habréis observado que el tratamiento más eficaz y corto
es el cognitivo conductual.
Los fármacos
pueden ayudar con los síntomas o los pensamientos circulares negativos pero no
curan. Lo único que cura (por llamarlo así) es el cambio de auto-concepto.
Usamos fármacos tipo antidepresivos para cambiar
la sensación de gravedad de las cosas, bloqueando la aparición de la
inseguridad, dan iniciativa y van bien para los remordimientos o sentimiento de
culpa; también luchan contra los pensamientos obsesivos (circulares o
rumiativos) improductivos.
También podemos usar por unos meses a los ansiolíticos
que inhibirán la ansiedad o la harán desaparecer, con lo cual la
auto-observación de estar tranquilo favorecerá la comunicación con los demás.
Otro fármaco que se usa es el propanolol el cual
inhibe la aparición de los síntomas y signos externos (al cerebro) de la
ansiedad: temblores, taquicardias, dificultad respiratoria, rubefacción, etc.
Así se corta el círculo vicioso de la auto-observación.
En cuanto al tratamiento
conductual recabaremos la información que nos permita encontrar una manera
inteligible para la persona de su error de auto-percepción. Si la persona
siente que la entendemos hasta en los extremos negativos y rabiosos de su
relación con los demás, si la persona siente que tenemos algo que ofrecerle y
que el único precio que ha de pagar es probarlo (arriesgarse) y si nosotros sabemos encontrar una rutina (conducta
repetida) sin importancia afectiva grande, podemos con su ayuda instruirle en
una respuesta alternativa.
Es decir, el protocolo sería más o menos y de una manera
generalizada (sin tener en cuenta las peculiaridades de cada persona atendida):
1.- Empatizar. No causar a la persona la sensación de que
no es válido. Tomar interés real por lo que le ocurre.
2.- Encontrar su lógica (entenderle). Aprender a usar su
discurso para comunicarnos con él/ella.
3.- Poner las cartas sobre la mesa. Que la persona sepa
los sentimientos negativos hacia los demás que siente, que acalla y que no
cuenta a nadie. Y que sepa que nosotros lo sabemos pero no la juzgamos sino que
la comprendemos.
4.- Elaborar una lista creíble de cualidades (podemos
usar test psicométricos) con su ayuda.
5.- Elaborar una lista de hechos que le hacen rabia (en
el fondo) tener que hacer para los demás y enumerarlas de mayor a menor
importancia (según la persona).
6.- Coger el elemento menos importante para la persona y
animarla e instruirla para que se arriesgue a decir “no”.
7.- Evaluar los resultados y observar si se produce el
deseable efecto dominó en su conducta.
Si el protocolo falla es que nos encontramos ante un caso
donde los factores de la personalidad están jugando un papel importante y
negativo.
También hemos de escuchar bien lo que nos cuente la
persona sobre si ha hecho los “deberes” ya que es fácil que se nos mienta por
el miedo que la persona pueda tener a que le consideremos de manera negativa y
nos alejemos o le despreciemos.
Si este protocolo falla y a los 3 meses como máximo no se
ha avanzado en realidad (no ha seguido los compromisos pactados o lo ha hecho
para volver a recaer luego), habrá que armarse de paciencia e iniciar un
proceso más de convencimiento que de otra cosa. Podemos probar con técnicas más
profundas (psicoanálisis, gestalt, humanismo, neurolingüística, transaccional,
etc.) o si vemos que ya no podemos ayudar más, decírselo con sinceridad y
recomendarle que busque otro profesional. Recordemos que mantener a un paciente
por el puro lucro es totalmente anti-ético y anti-moral.
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