Entendemos por delirio creencias erróneas que habitualmente implican una mala interpretación de las percepciones o las experiencias.
Distinguimos dos tipos de delirios en relación a la calidad de los mismos: hay delirios no extraños (más o menos posibles) y delirios extraños (muy improbables o imposibles). Un ejemplo de delirio extraño sería que la persona estuviera convencida de que le han robado el corazón, y un delirio no extraño sería por ejemplo que la persona estuviera convencida de que tiene intervenido el teléfono.
Distinguimos también dos tipos de delirio en función de si se hallan bien estructurados o no. Un delirio bien estructurado es muy difícil de rebatir por el observador ya que quien lo padece tiene respuestas más o menos lógicas para cada pregunta o comentario que se le pueda hacer. Los no estructurados suelen ser parciales y siguen un razonamiento poco o nada lógico.
Otra característica diferencial de los delirios tiene que ver con el grado de extrañeza que le produzca a quien los padece. Así hablamos de sintonía. Hay delirios ego-sintónicos y ego-distónicos. En los egosintónicos, la persona que los padece se los cree a pies juntillas, mientras que en los egodistónicos, la persona duda de ellos por encontrarlos irreales pero con todo tiene la creencia de que son ciertos.
Finalmente existen los tipos de delirio: persecutorio, mesiánico, celotípico, erotomaníaco, de grandiosidad, somáticos, litigiantes, de perjuicio, compartido, etc.
Pues bien, en el trastorno delirante los delirios suelen ser no extraños, bien estructurados, egosintónicos y el tipo más común es el persecutorio.
Las personas que padecen un trastorno delirante no acuden a consulta sino hay un daño añadido a nivel individual, familiar, social, formativo laboral o legal.
No se acepta etiquetar a una persona de trastorno delirante si no le conlleva ningún problema de los mencionados en el anterior párrafo. Entonces hablaremos de creencias.
El trastorno delirante suele ser muy resistente al razonamiento de su irrealidad. Hay personas que lo padecen de una manera crónica aun que estén tratadas correctamente y ya no lo tengan en activo. Le llamamos delirio encapsulado. Si le preguntamos a la persona por su delirio nos dirá que ahí está pero que no le hace daño.
En mi experiencia clínica, el trastorno delirante de tipo persecutorio, provoca un grado muy alto de sufrimiento al paciente. Mucho más que una depresión mayor. Puede llevar a la muerte por suicidio, conductas temerarias de huída, inanición (si el contenido del delirio es que le están envenenando a uno), peleas, etc.
El delirio compartido o llamado folie à deux es un tipo de delirio curioso en el que dos personas o más comparten un delirio. Pero solo uno de ell@s padece el trastorno, el otro/as simplemente cree en él y piensa y actúa de manera coherente con el delirio. Cuando suele tratarse a la fuente, el otro o los demás son capaces de juzgarlo como delirio. Un ejemplo dramático de delirio compartido es el de la secta Templo del Sol de Jim Jones donde se suicidaron colectivamente 913 personas.
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