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CARACTERÍSTICAS DIAGNÓSTICAS:
El DSM-IV nos define: “La
característica esencial de una demencia consiste en el desarrollo de múltiples
déficit cognoscitivos que incluyen
un deterioro de la memoria y al menos una de las siguientes alteraciones cognoscitivas:
afasia, apraxia, agnosia o una alteración de la capacidad de ejecución. La
alteración es lo suficientemente grave como para interferir de forma
significativa las actividades laborales y sociales y puede representar un
déficit respecto al mayor nivel previo de actividad del sujeto”.
Memoria. Entendemos por memoria la capacidad del ser humano de almacenar
información de todo tipo: verbal, visual, auditiva, táctil, gustativa,
odorífera, térmica, etc. bien de manera aislada o integrada en un conjunto más
amplio, interrelacionado, variado y secuenciado en el tiempo.
Así forma parte de memoria aquello que te han dicho, aquello que ha pasado,
un simple estímulo (p.ej: auditivo) o una conducta o secuencia compleja que por
sí sola tiene un sentido (p. ej: cortarse las uñas, no cruzar en rojo, etc).
A más a más, la memoria nos permite evocar los recuerdos de todo tipo a
voluntad y crear conductas superiores a base de hacer interaccionar en la mente
diferentes secuencias de memoria o aprendizaje (p. ej: llegar a la conclusión
de que no solo corta aquello que nos cortó por primera vez, sino que cualquier
cosa parecida puede hacerlo).
Sin la memoria el ser humano no puede evolucionar ni mucho menos persistir.
La pérdida de la memoria afecta a toda la complejidad de la persona e
incide en todas las esferas psico-sociales de la misma: individual, familiar,
social, formativo-ocupacional y legal.
Gracias a la memoria podemos vivir y ser autónomos. Cosas tan simples como
la función de un interruptor, y por tanto su manejo, dependen de la capacidad
de la persona de almacenar dicho conocimiento, expandirlo mediante relación y
hasta modificarlo.
Todo en nosotros depende de la capacidad de almacenamiento de información y
de su evocación a libre voluntad. Excepto algunos reflejos de base genética
(succión, p.ej), el resto de las capacidades humanas es fruto del aprendizaje y
para ello la memoria es imprescindible. Sin memoria no hay aprendizaje, sin
memoria no hay acción.
Comprendemos entonces que la capacidad de almacenar información y de
recordarla (evocarla a voluntad) afecta a toda conducta humana.
Afasia: deterioro del lenguaje. Hay varios tipos de afasia.
En general la afasia no motora indica una afectación igual del pensamiento
pero no siempre.
Hay que recordar que la mejor manera de evaluar el pensamiento es a través
del discurso oral y analógico que emite la persona. Por lo tanto si no hay una
base motora, el escuchar a la persona nos permite evaluar la consistencia de su
pensamiento. Ello se divide contenido y curso del pensamiento; es decir: qué
piensa y cómo lo piensa.
Hay afasias en las que la persona sabe lo que quiere decir pero no sabe
como decirlo, no recuerda las palabras que ha de usar, no las encuentra en sus
archivos de memoria digital. Por ejemplo: si una persona afectada de afasia
piensa en la necesidad de hacer pipí, no sabe como estructurarlo a nivel oral
para manifestar dicha necesidad. Puede decir simplemente “pipí” o puede decir “lleno,
agujero”.
En otras afasias, la persona no tiene un pensamiento estructurado en
relación a la expresión de sus impulsos. Siente lo que quiere pero no lo puede
ordenar en pensamientos. Luego puede decir cualquier cosa (ensalada de
palabras) ya que no hay registros útiles para comunicarse. O puede ser incapaz
ya de pensar.
En otras afasias, la persona no es capaz de repetir lo que otro le ha dicho
o dice algo que está más o menos relacionado. Por ejemplo, le pides que repita “pelota”.
Puede que no recuerde la palabra o puede que le reverbere en su pensamiento y
diga una analogía mental, como por ejemplo “naranja”.
Hay ejemplos más dramáticos de la afasia hasta llegar al mutismo extremo o
la ecolalia (repetir lo mismo que ha oído pero sin ningún tipo de afecto u
objetivo aparente).
Apraxia: deterioro de la capacidad de ejecución de las actividades motoras, a
pesar de que las capacidades motoras, la función sensorial y la comprensión de
la tarea a realizar están intactas.
Así como antes hablamos del olvido de hablar (pensar), ahora hablamos del olvido del “hacer”.
Una persona puede saber que ha de cepillarse los dientes pero puede haber
olvidado cómo hacerlo. Puede recordar quizás conceptos como cepillo, pasta,
movimiento y boca, pero puede no saber qué hacer con ellos. Ello, igual que lo
anterior es muy duro, sobre todo si nos encontramos con un tipo de demencia en
el que la persona pueda darse cuenta de lo que le ocurre. Por suerte ello no es
común.
Voy a poner un triste ejemplo real: dos personas, las dos con demencia
frontal. Se les indica que doblen el mantel. Cada uno lo coge por un extremo
(ello lo recuerdan), lo doblan por la mitad y luego por otra mitad. Cada uno
mira al otro. Hasta aquí han realizado un trabajo en equipo pero ya no saben qué
hacer más. Los dos se encuentran de pié, con el mantel doblado a cuartos,
encorvados y mirándose el uno al otro. No saben qué hacer. Uno sonríe y el otro
está serio. Se pueden pasar así horas. No saben que viene a continuación:
acercarse y doblarlo por el eje perpendicular, dos veces. Hay que intervenir y
ayudarlos. A uno le preocupa lo que le ocurre, al otro “no le importa”.
Como con el pensamiento (el habla) cuando este tipo de destrucción de lo
aprendido se extiende, la acción es impensable. ¿Cómo vestirse, cómo se hace
caca en un WC, cómo se come, cómo se mete uno en la cama, etc?.
Agnosia: fallos en el reconocimiento o identificación de
objetos, a pesar de que la función sensorial está intacta.
¿Qué es esto? Mostramos un bolígrafo. La persona no sabe que responder o
intenta responder pero no le sale el nombre o dice el nombre de algo que puede
tener alguna relación mental con el objeto.
Si no se puede reconocer un objeto, no se puede usar. La persona puede que
sepa que ha de cepillarse los dientes pero no reconoce el cepillo o la pasta.
Puede que recuerde que sabía conducir pero no reconoce algunos o todos los
objetos que hay en el lugar del piloto para usarlos y poder hacer funcionar el
coche.
¿Para qué sirve esto? Le mostramos un cepillo de dientes. La persona no lo
sabe aunque sepa que el cepillo es para lavarse los dientes. Sabe que hay una
cosa que se llama cepillo pero no la sabe identificar.
Puede llegar a no reconocer a las personas (sujetos objetales) ya que puede
que recuerde que tiene un hijo, puede que no lo reconozca. Ello es muy triste
para los demás.
Destrucción del aprendizaje
secundario: La actividad de ejecución implica la capacidad para el
pensamiento abstracto y para planificar, iniciar, secuenciar, monitorizar y
detener un comportamiento complejo.
Ya lo comentamos con anterioridad. Es la capacidad de extrapolar una
experiencia a otras conductas parecidas. Por ejemplo: me he quemado con una
cerilla. Antes he sentido calor. Luego, todo lo que emite calor es susceptible
de quemar.
Dicho de otra manera, ya no hay capacidad de sacar provecho de las
experiencias. Cada experiencia es única. Uno olvida que lo caliente quema
aunque puede recordar (quizás) que lo que le quemó, le puede volver a quemar
pero olvida la asociación del calor.
Otro ejemplo sería el cruzar un semáforo en rojo. Uno puede que no olvide
que en aquella calle le dieron un susto pero como que no lo asocia a la imagen
del semáforo en rojo, pasará otra calle (o la misma) en rojo.
La pérdida de la capacidad de aprendizaje secundario (y de los que vienen
detrás: terciario y cuaternario) expone al individuo a enfrentarse con
estímulos negativos constantes y obliga a los cuidadores a no confiar en el
paciente.
Es la perdida de la capacidad de abstracción y ello hace terriblemente
vulnerable a quien la padece.
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