Lo que voy a contaros es un caso real y nos ilustra sobre
lo importante que es antes de realizar un diagnóstico psicopatológico,
descartar cualquier posible casa orgánica que pueda simular o hasta generar un
trastorno mental.
Hace cosa de un par de años, un psicólogo conocido me
mandó un paciente cuya historia era, como poco, rara. El psicólogo detectó que
algo no cuadraba y por ello me lo derivó.
Le llamaremos Juan. Juan acudió a mi consulta realmente
estresado, obsesionado y con un grado de sufrimiento anímico importante.
Juan tenía 34 años, vivía solo, no tenía pareja, trabajaba
de camarero. Era (y es) una persona bastante simple, bastante introvertida,
solitaria, buena persona.
A la edad de 25 años más o menos pasó por una época de
consumo de alcohol y cocaína. Ello le permitía desinhibirse y relacionarse más.
Salía los fines de semana que libraba e iba de copas hasta una hora bastante
prudente. No tenía éxito con las mujeres y cuando llegaba a casa se duchaba y
se masturbaba. Me contó que se le ocurrió hacerlo mientras se introducía el
dedo en el ano. Ello lo contaba con aire apesadumbrado y avergonzado.
Esta conducta la desarrolló durante unos meses, hasta que
al final decidió acabar con el consumo y las salidas ya que le conllevaban más
problemas personales que otra cosa.
Al cabo de más o menos un año de finalizar con dichas
conductas empezó a sentir un escozor en el ano, interno. Un escozor que le
provocaba ganas de rascarse por dentro. El hacerlo solo le llevaba un alivio
temporal y otra vez empezaba con el escozor.
Juan empezó a asociar dicho impulso irresistible de
ponerse el dedo en el ano para calmar dicho escozor con la conducta onanista
expuesta. Ahí empezó un sufrimiento psicológico ya que él no lo quería hacer
pero no podía evitarlo.
Empezó a pensar que se había vuelto loco o que por
alguna razón estaba recibiendo un castigo por su anterior “vicio”.
Acudió a varios psicólogos y sexólogos antes de llegar al
que me lo derivó.
Unos le decían que tenía que aguantar el impulso para así
descondicionarse. Otros le decían lo contrario: que ello no era ningún pecado y
que por tanto se desangustiara. Otros le querían psicoanalizar porque estaban
convencidos de que ello era una fijación anal y que tenía que ver con su
infancia. Hubo quien le dijo que “saliera del armario” ya que estaban
convencidos de que era homosexual.
A nadie se le ocurrió que quizás había una causa física
real en el cuadro.
Ello ocurrió así porque Juan contaba sus creencias y los
demás se las creían. Creían el vínculo entre escozor, impulso irresistible y
remordimientos por haber actuado así en el pasado.
Nadie consiguió una mejora en el cuadro y Juan estaba
realmente hundido. Confundido, agotado, desesperado. No se sentía libre. Tenía
un alto grado de ansiedad y remordimientos. Había llegado a pensar en quitarse
del medio con tal de acabar con dicho sufrimiento.
El diagnóstico psiquiátrico era compatible con un trastorno
adaptativo crónico (ver: http://projecteoriol.blogspot.com.es/2012/05/el-trastorno-adaptativo-1-conceptos.html)
de más de 6 meses de duración donde el estresante actúa de manera
ininterrumpida. En este caso el estresante era el escozor anal y la necesidad
imperiosa de ponerse el dedo en el ano para calmar el escozor, junto con los
remordimientos y sentimiento de culpa.
Una vez oída la historia y explorado su estado mental,
llegué a la conclusión que Juan estaba equivocado. No había “magia” en el
cuadro conductual. La causa del escozor no podía ser psicológica. Así que me
dediqué a explorar como era este escozor, donde se situaba y como fluctuaba a
lo largo del día.
Si consultamos cualquier manual de medicina que hable
sobre el escozor anal interno veremos que puede deberse a un eczema, a una
infección bacteriana o por hongos. Las hemorroides i las fisuras anales
producen escozor pero és un escozor doloroso.
Evidentemente los baños de asiento, así como el rascarse
introduciendo el dedo produce un alivio placentero, como cualquier otro cuadro
dérmico idéntico. Pero dicho alivio no tan solo es momentáneo sino que
generalmente el escozor reaparece de inmediato y de manera más intensa.
Resistirse al rascado de un escozor de dichas características es difícil.
Cuando ya tuve el cuadro claro se lo comenté a Juan el
cual se quedó pasmado. No podía creer que lo que le ocurría no tenía nada que ver
con su conducta en el pasado, ni con la homosexualidad, ni con Freud.
Lo remití a su médico de cabecera con un informe breve en
el que exponía el caso y mis conclusiones. Le prescribí un antidepresivo y un
ansiolítico suave para atajar el cuadro adaptativo y el estrés concomitante.
Hice un seguimiento telefónico del caso. Fue a su médico
de cabecera el cual le exploró el ano y diagnosticó un eczema. Se le
prescribieron corticoides tópicos. Juan me llamó un poco preocupado porque
tenía que introducirse la pomada en el ano y ello le daba miedo ya que le había
dicho un sexólogo que no lo hiciera (como ya os he contado). Le calmé y animé a
seguir con el tratamiento. Al cabo de una semana me llamó para decirme que ya
se había ido el escozor.
Lo cité por última vez y repasé su conducta higiénica
anal. Añadió que él siempre que defecaba se lavaba luego en el bidet. Le
comenté que ello era muy higiénico y le pregunté si se secaba bien. Me
respondió que sí. Luego a más preguntas respondió que los escozores aumentaban
al poco rato de lavarse. Deduje que la humedad junto con la cal del agua o el
cloro, eran las causantes del eczema. Le recomendé encarecidamente que se
secara bien a fin que no quedara humedad.
Me llamó al cabo de un mes para decirme que ya no había
vuelto a tener escozores y que se encontraba bien de ánimos. Quedamos al cabo
de 5 meses, si todo iba bien, para retirarle el antidepresivo. Cuando acudió,
seguía limpio de sintomatología.
Como podéis ver es un caso muy bonito pero muy
desagradable para quien lo sufrió ya que el dolor físico y psíquico duró casi 8
años.