Entendemos por Conciencia de Enfermedad Mental aquella capacidad que tiene quien la sufre de entenderla y aceptarla.
Para ello el paciente ha de poseer ciertas habilidades:
1.- Capacidad de reconocer que se está enfermo.
2.- Capacidad de entender y conocer su enfermedad.
3.- Capacidad de entender el término “crónico”.
4.- Capacidad de querer colaborar con su psiquiatra, con su familia o allegados en el tratamiento y la prevención de recaídas.
Por desgracia hay ciertos factores que impiden una toma clara de conciencia de enfermedad y un deseo activo y positivo de participar en el proceso terapéutico de uno mismo:
1.- Limitaciones provocadas por la enfermedad, generalmente llamado egosintonía con los síntomas. Ello significa que la persona no es capaz de juzgar de manera real y objetiva lo que se conoce como síntomas de la enfermedad que padece. Ello ocurre muy frecuentemente en las psicosis, sobretodo en el Trastorno Delirante pero también en la Esquizofrenia. Ocurre también en los pacientes maníacos y en otras patologías menores.
2.- Capacidad intelectual o cognoscitiva (saber) límite o bajas. Ello dificulta a veces que el paciente pueda hacerse cargo de su trastorno.
3.- Adolescencia y juventud. La inmadurez, la incredulidad, la marginación o automarginación, la asociación a otras patologías mentales como los trastornos de la personalidad o las toxicomanías, hacen que la persona no acepte su diagnóstico. Es quizás la causa más frecuente de recaídas o recidivas en un paciente de estas edades.
La falta de conciencia de enfermedad hace ascender a un 500% o más las recaídas en la patología diagnosticada y alarga un 400% el tiempo de ingreso hospitalario hasta conseguir la estbilidad (Proyecto ADHES).
Por tanto es de primordial importancia que la educación para la toma de conciencia de enfermedad se produzca desde el primer día en que el paciente se encuentre estabilizado.
No hay que olvidar que cada recaída o recidiva provoca un deterioro individual, familiar, social y laboral del individuo; por ello es de suma importancia evitarlas.
No solo hemos de intentar que el paciente reconozca su enfermedad, sino que hemos de intentar hacerle ver lo que pierde cuando está en crisis y cuál es la ventaja de seguir un tratamiento correcto al pié de la letra, colaborando con su psiquiatra y con su entorno.
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