El Trastorno Disocial (Niños malos)-2
Las personas suelen preguntarse cómo se originan estas
personalidades. A mi entender siguen dos modelos distintos en apariencia, en
función de los padres y los eventos constantes educativos entre los cuales
cuenta mucho el entorno cultural y el micro-entorno social.
En relación al entorno socio-cultural inmediato del
menor, el DSM-IV especifica que si la conducta disocial es la aceptada por su
entorno socio-cultural, no se puede realizar dicho diagnóstico ya que este
patrón en dicho entorno no será “raro” (léase pandillas, barrios marginales,
etc.).
Genéticamente son personas con menos capacidad emotiva
que la media, mayor impulsividad y con dificultades atencionales. Con todo,
siempre encontraremos variaciones o las circunstancias ambientales las pueden
haber modificado de bien pequeños (traumas).
Para que la educación incida sobre la personalidad de
estos chic@s ha de cumplir uno de estos 2 requisitos:
1.- Transmisión afectiva nula, con ejercicio de la
violencia por parte de los padres.
2.- Roles paternos opuestos en el binomio proteccionismo
vs ausencia/periferia.
1.- Transmisión afectiva nula, con
ejercicio de la violencia por parte de los padres.
Este origen que no es el más frecuente (lo es el siguiente) pero sí
que hay suficientes casos como para comentarlo.
Se trata de parejas que ya tuvieron este mismo diagnóstico en la infancia y
que luego demostraron ser personalidades del clúster B (fundamentalmente).
Dicho clúster contempla los Límite, Antisociales, Histriónicos o Narcisistas
(véase el link siguiente para más detalles: http://projecteoriol.blogspot.com.es/2012/04/los-trastornos-de-la-personalidad-3.html).
La dinámica de relación familiar que establecen no se basa en lo afectivo
hacia el hij@ sino en sus egoísmos combinados. La característica principal es
la no empatía con sus hijos a nivel afectivo. La transmisión educativa se basa
en la inmadurez, en la impulsividad y en lo antisocial.
Puede haber violencia física o psíquica y todo se impone y se razona por el
dominio de uno a otro.
Dicho aprendizaje lo empieza a practicar el/la menor con el objetivo doble
de recibir atención (aunque sea negativa) y de conseguir sus objetivos.
Hemos de recordar que la atención negativa es mejor que la no atención. Los
niñ@s se saben dependientes de sus padres y la necesidad genética de aprender
les lleva a imitar (de pequeños) las conductas que, observan, reportan resultados
a su necesidad de satisfacción.
Así los valores que se transmiten es que un@ solo es válido para conseguir
la cuota vital de placer (satisfacción) si es manipulador y/o dominante (tirano
o dictador).
El afecto queda fuera de lo relacional y solo prevalece el dominio sobre
el/los otros para conseguir el objetivo, el cual es el PODER. Evidentemente el
Poder puede ser económico, físico, material o simplemente sobre los otros.
La impulsividad, la frialdad, la manipulación verbal o física, la carencia
de la capacidad de querer (estimar, amar), la intimidación, la falta total de
respeto (humano) y el deseo inmediato de satisfacción, los acaban definiendo.
Comentemos aquí algo común tanto del Trastorno disocial como de los otros
trastornos del clúster ‘B’): el fracaso escolar.
El fracaso escolar en estos
chic@s se debe a la falta de aprendizaje de los conceptos de perseverancia
y dedicación.
El patrón que se transmite es el de obtener las cosas cuando uno las desea
y por la fuerza. Ello hace que los estudios se vean como algo contrario a lo
aprendido: esforzarse, perseverar, dedicar horas, hacer los deberes, mirar la
agenda, etc., no es algo que se positivice ni se incentive en su educación. Por
ello, los estudios son algo que uno ha de ignorar. La cuota de satisfacción se
obtiene a través de las gamberradas, las peleas, el absentismo. No importa nada
porque nada escolar vale el esfuerzo si se puede conseguir a la brava.
2.- Roles paternos opuestos en el
binomio proteccionismo vs ausencia/periferia.
Aquí conviven diferentes modelos familiares: Familias monoparentales,
Familias sobreprotectoras, Familias donde la madre es sobreprotectora y el padre
es periférico (con o sin intervención aguda, puntual y desajustada).
El modelo es femenino en relación al padre educador, aunque no hemos de
olvidar que hay un porcentaje interesante (interesante pero no significativo)
de casos donde hay una inversión de roles.
Por cualquiera de las 3 razones comentadas más arriba, la madre no sabe
transmitir que lo deseado tiene un valor afectivo. Son madres que se dan sin
condiciones a su hijo (varón). Aunque lo intenten, no son capaces de transmitir
y educar el concepto de tolerancia a la frustración. Pero no lo hacen porque no
amen a su hijo, sino que lo hacen por qué interiormente no pueden oírlo llorar
y por ende cualquier otra manifestación de “no satisfacción”.
Por otro lado, el padre o bien es un ser débil, o bien es un padre
periférico (forzado o no). Veamos:
Un padre débil tanto lo puede ser porque actúe como una madre
sobreprotectora (ello es anecdótico pero sucede), como porque la madre lo haya
apartado del proceso educativo del hijo, como porque él sea insensible al
concepto aceptado de familia (padre que no participa en nada en la educación de
su hijo, tiene sus propios intereses).
Sea cual sea el caso (que evidentemente aportan las diferencias), el padre
no ejerce su rol educativo como padre. Bien porque malcría, bien porque se
aparta (deja de existir) con el riesgo añadido de que sienta celos y rechace o
ignore a su hijo, bien porque no sepa transmitir cariño alguno de manera
sincera, espontánea y real. Pero aparte de ello, el padre no instruye al hijo
en algo de necesidad tan cierta como la disciplina (aplicación, perseverancia,
tolerancia a la frustración, sociabilidad).
Pero, rizando más el rizo hay padres del tipo periférico y subtipo
me-apartaron o voy-a-la-mía que intervienen únicamente para terminar
situaciones conflictivas entre los hermanos o entre el hijo y las madre a
través de la violencia sin sentido y los castigos inmediatos desproporcionados
a la acción o al suceso.
Todo ello va dando un modelo de conducta al menor que en la adolescencia se
introyectará no como un modelo a seguir sino como una pauta propia de conducta.
Ello definirá su personalidad.
La manifestación de éste prototipo de personalidad la encontraréis en la
anterior entrada:
Tratamiento
Aunque este no es el objetivo de dicho capítulo, os diré que el tratamiento
pasa por los padres antes de la adolescencia. Luego hay que combinar el
abordaje de los padres y de los propios hijos. Los fármacos tipo sedantes a muy
bajas dosis o los antiepilépticos usados como inhibidores de la impulsividad
pueden ayudar al hijo a contener su impulsividad.
En la próxima entrada
veremos ya lo que sigue a partir de los 18 años con estas personas llamadas
disociales (menores de edad); Es decir, el trastorno
antisocial de la personalidad.